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Estimado madridista: perdón

A quién se le ocurre celebrar un fiesta en vuestro jardín sin preguntar, sin un contrato de conformidad o el consentimiento explícito de las autoridades competentes, tanto las divinas como las humanas? Se nos fue la alegría de las manos porque, como decía Sartre, la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace. Así somos, qué te voy a contar. Nos gusta el fútbol de alta escuela, dominar la posesión y la posición, ver a los rivales corriendo detrás del balón como pollos sin cabeza y golear con vicio, sin reparar en el mal que causamos a terceros. Os habíamos avisado, eso sí. Teníamos ganas de volver a veros y con tal intención mandó colgar el presidente Laporta aquella pancarta frente al Bernabéu: para que nos tuvieseis presentes en vuestras oraciones y recordaseis que, el cruyffismo, como el cartero de la película, siempre vuelve para ponerlo todo perdido de harina.

Estás en tu derecho de no entender la naturaleza -y hasta la intensidad- de la celebración. Tenéis la Liga en el bolsillo -o eso creéis- y os incomoda que el eterno rival se tome tan a pecho una victoria que solo vale tres puntos, calculadora en mano. Es el gran defecto de unas matemáticas que nunca entendieron de sentimientos y se empeñan en reducir a una simple suma lo que nosotros vivimos como una multiplicación: la de los panes y los pedris, resurrección anticipada de un equipo que penaba sin Messi y ahora intuye un futuro sin él pero con vosotros. Porque -efectivamente, nos has pillado- ganar en vuestro templo nos sigue poniendo cochinísimos y ese es un placer al que no pensamos renunciar por más que os pueda parecer una actitud de equipo menor: nuestro club, nuestras normas.

Lo volveremos a hacer, que no os quepa duda. Porque el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses para que nosotros, los culés, podamos darnos un capricho de vez en cuando… Y mejor si es a vuestra costa, aunque para ellos debamos romper la baraja y mostrarnos un poco pendencieros rodeados de grúas y, como bien dijo Guardiola, de todas vuestras cámaras: también a ellas, a vuestras televisiones, aprovechamos para pedirles perdón.