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Uno de los mayores logros del ser humano es la capacidad que tiene para acumular conocimiento y, sobre todo, para transmitirlo. Si no fuese así, estaríamos siempre empezando de cero.

Se necesitaron varias décadas de enseñanzas y la implicación de muchísima gente para que el Barcelona de Guardiola se coronase como uno de los mejores equipos de la historia. Por supuesto, estuvo Cruyff con su idea de juego y haciendo que las categorías inferiores jugasen como el primer equipo, pero ambas cosas las tomó de su maestro, Rinus Michels. El caso es que sin Núñez, el Dream Team tampoco hubiese sido posible ya que tuvo las cuentas saneadas para los fichajes de Johan y dio luz verde a La Masia en la que luego se formaron Guardiola o el propio Xavi. También Laporta hizo un gran esfuerzo para que le cedieran a Davids, lo que hizo que Xavi se liberase para desplegar, por fin, todo su potencial. Sin embargo, en sólo seis años, Bartomeu puede haberse cargado el club. Tan difícil construir, tan fácil destruir. Xavi viene a cerrar heridas y a confiar en sus jugadores, igual que otros confiaron en él.

La Real Sociedad también cuida al máximo el delicado hilo de los aprendizajes. Engrasa con mimo esta cadena porque sabe que el oro de otros clubes pueden arrancarle perlas laboriosamente talladas (Nahikari, Odriozola), así que tiene que seducir a sus jugadores con algo que el dinero no pueda comprar. Por ejemplo, sentando a Xabi Alonso en el banquillo del B. Eso hace que un canterano del Sanse, incluso a cinco puntos de la salvación, sienta que está en el mejor filial de Europa; al mismo tiempo, Alonso se forma con vistas a dirigir a la Real en el futuro. Pone al servicio del club lo que ha aprendido con los mejores técnicos del mundo e incluso de su propio padre, Periko Alonso, centrocampista de la legendaria Real de los 80. Es como esos jugadores sudamericanos, que después de triunfar en Europa, vuelven al club de su infancia a devolver parte de lo recibido. De Xavi a Xabi, academias del fútbol.