NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Un buen diablo

El Barça sigue su curso imitando el recorrido del mercado inmobiliario; no importa cuántas crisis haya, será ascendente a largo plazo, inversión segura, pese a los naturales dientes de sierra que no asustan a los informados.

Han amueblado bien la casa los culés, con fichajes que responden a perfiles más que a nombres: si necesitas una nevera, no compras un piano. Han venido jugadores con ganas de demostrar, alguno con demasiado pasado, otros con un futuro prometedor, todos cobrando poco y con una cualidad que el Barça necesita más que ninguna otra: con ilusión por jugar aquí y sin implicación o recuerdo del pasado reciente, tan decadente.

Dani Alves, en un entrenamiento con el Barça.
Ampliar
Dani Alves, en un entrenamiento con el Barça.RODOLFO MOLINADIARIO AS

En ese sentido, hay uno que ha llamado la atención por su aparente extravagancia, pero que resulta ser el más acertado por simbólico: Alves, que acaudilló victorias prendiendo fuego a la banda derecha.

Personaje mefistofélico a primera vista, pura alegría expansiva, con algún cruce de cables episódico, Alves dejó un cráter cuando marchó que ahora trata de rellenar. Brillante técnicamente, conocedor profundo del juego, adaptable a muchos roles, incluido este último de lateral-mediocentro-interior que inauguró Pep con Lahm y perfeccionó con Cancelo. Acostumbrados a sus cabalgadas, al culé le extrañó su fichaje, pues su edad no auguraba plenitud física ni desborde constante. Pero Laporta sabía lo que fichaba: un jugador que mejoraba lo presente, lo cual mandaba un mensaje a muchos dentro y fuera del vestuario, que conoce perfectamente la casa, extremadamente competitivo y con una autoestima a prueba de bombas. La alegría caótica en la presentación, el abrazo dionisiaco con Jan y la mención a los "collons" terminaron por abonar la habitualmente frágil fe culé. A Alves se le marcharán los atacantes más rápidos y no tardará en cumplir cuarenta años; es ese buen amigo que se marchó enfadado por una bronca que ninguno recuerda ya y volvió cuando más lo necesitabas reconociendo que os habíais equivocado. El Barça lo volverá a echar de menos.