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Con el carácter de Luis Aragonés

Julen Lopetegui y Diego Simeone son coetáneos de un fútbol a medio camino entre los campos de barro y la superprofesionalización, el de los 80 y los 90, cuando a los periodistas todavía se nos dejaba ver los entrenamientos de cabo a rabo y llegar hasta la puerta de los vestuarios para elegir qué futbolista entrevistar ese día. Los dos, Julen y el Cholo, vivieron el comienzo del cambio antes de colgar las botas y lo han contribuido a culminar como entrenadores amantes del detalle y la ciencia, que se mosquean con las declaraciones a destiempo y usan el GPS para tratar de tener frescos a sus futbolistas y evitar lesiones inesperadas. ¿Cómo han llegado entonces ambos técnicos hasta aquí, con un puñado de hombres básicos (algunos comienzan a recuperarse) fuera de combate para tanto tiempo?

Seguramente porque la competitividad les acaba perdiendo y antes de dar descanso piensan sólo en ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Nadie suma mejor ratio de victorias en Nervión que Lopetegui y lo de Simeone en el Atlético, con Ligas y finales de Champions, parecía imposible vivirlo a la sombra de Messi y de Cristiano. Ambos, el Cholo y Julen, tienen un ídolo común, un personaje eterno que ha marcado su carrera en los banquillos: Luis Aragonés. Un revolucionario que medía los centímetros recorridos para luego enfadarse si alguno de sus colaboradores decidía vestir de amarillo.