Líder también fuera de la pista
A Novak Djokovic le ha penalizado durante toda su carrera, con respecto al juicio de los aficionados, ese genio endiablado que le lleva a menudo a descargar su ira maltratando el instrumento que maneja como muy pocos dentro de la pista: la raqueta. De manera más esporádica se enfada con algún espectador irrespetuoso. Es el carácter que le impulsa y uno de los secretos de su éxito. De hecho, cuando lo atenuó los resultados no le acompañaron. Hay que aceptarlo como humano que es y no compararlo con el comportamiento de Rafa Nadal, la excepción que confirma un proceder que no puede evitar el 90% del circuito.
Lo que nadie que le haya seguido puede negar es que ama el tenis y respeta a los que lo hacen posible. A los rivales les regala sonrisas, abrazos y buenas palabras. Les considera compañeros y ellos le admiran y le ven como un líder rebelde, porque, además, les apoya también fuera de la pista con su asociación paralela, la PTPA.
Su pasión y sus firmes principios le llevan a veces a cometer errores. Pero quienes le conocen dicen que todo lo hace de corazón y con ánimo de ayudar. Y que es una persona excepcionalmente altruista y generosa. Su relación con la prensa es, por lo general, exquisita. En ocasiones incluso da las gracias por algunas preguntas y responde a los saludos y las felicitaciones en casi cualquier idioma. Y con los fans es de 10. En las ATP Finals de Turín pasó casi media hora atendiéndoles tras un partido. Ahí también es un número uno.