Hipnosis

En lógica secuencia de acontecimientos, el Barça se encontró con su yerma realidad en un campo helado de Centroeuropa, colofón final a un desmoronamiento que comenzó inmediatamente después del triplete de 2015. Lo que en su momento hizo grande a Guardiola fue la adición de método y un trabajo febril, incansable, a la filosofía de Cruyff. Hoy, Xavi va a tener que sumar toneladas de fe, paciencia y persuasión. Oficiar de lupa de aumento, de relato, de identidad encarnada.

El Barça es hoy un aristócrata venido a menos, al que afea más su mal disimulo que su pobreza. Durante los primeros veinte minutos de los partidos sale a morder, pleno de buenas intenciones, pero tal disposición dura lo que tarda el rival en darse cuenta de que el ruido es fogueo: no hará daño. Efectivamente, tiene poco, pero en lugar de tapar sus carencias, las exhibe. Que sea el Bayern el encargado definitivo de señalar la pobreza solo responde a las naturalezas antitéticas de ambos clubes: teniendo las mismas siglas, FCB, unos presumen de energía, ánimo y arrogancia, justo lo que les falta a los otros, necesitados siempre de un reconocimiento que perdieron hace mucho.

Hay dos situaciones en las que se desvela el verdadero valor y carácter de las personas: cuando se tiene poder o cuando se está en máxima dificultad. Así, en esta última condición, algunos jugadores se lo están poniendo fácil al club. Eran muy válidos, pero han devenido en menores, entristecidos, incapaces de rebelarse, empapados de mentalidad perdedora.

Urge dar las gracias, sanear las arcas vendiendo a quienes conservan más cartel que rendimiento efectivo e intentar fichar como sea lo que más necesita el equipo: competitividad y gol. Sangre nueva que no piense, que no se identifique con tanta decadencia, que no conozca el pasado reciente. Que tenga hambre de sanar, de crecer, de ganar. Xavi debe ejercer de hipnotizador además de técnico para comenzar a borrar tanta herida y la tristísima, insuperable ausencia del que tapaba todo.