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Se entregaba el Balón de Oro y el enésimo debate sobre el mejor jugador del mundo le pilló a un servidor enganchado a un Eibar-Girona en una desapacible noche de sirimiri, bocatas en papel albal y el Gora Herria de Fermín Muguruza al descanso. El invierno amenaza esta cada vez más extraña fábrica de héroes llamada fútbol. Parecen todos empeñados en convencernos de que es posible ganar la Liga en diciembre. Que ese debate sobre candidatos y favoritos acabe sustituyendo a la realidad y coincida con la odiosa polémica anual por el premio de 'L'Équipe' es cuestión de tiempo. Son los idus de diciembre, que en 2022 añadirán un campeonato del mundo al lío. Tiembla la tradición: ¿habrá partidos en Boxing Day el año que viene?

A la espera de que aparezca algún Breitner llamando al boicot a la FIFA como en 1978, y mientras no surja otro movimiento como los que removieron las conciencias en el seno de las selecciones francesa y holandesa en aquel Mundial de Argentina disputado en plena dictadura, seguiremos mirando para otro lado con Qatar, debatiendo sobre aire acondicionado en los estadios y divagando ante lo mucho que nos va a costar asimilar que alguien pueda salir campeón del mundo de fútbol a finales de año, en mitad de la temporada del invierno boreal.

El Real Madrid le saca ocho puntos al Sevilla.
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El Real Madrid le saca ocho puntos al Sevilla.JAVIER GANDULDIARIO AS

Quizá así ya no nos parecerá tan extraño que se puedan decidir las Ligas antes de que acabe la primera vuelta. Liberados, podremos dedicar el resto de la temporada a pensar en cosas importantes, como que, más allá del rodillo de Messi, al margen de premios individuales y títulos colectivos, decidamos qué futbolista ocupa nuestro corazón, qué ídolo del fútbol fue capaz de cambiar nuestra vida. El cineasta Paolo Sorrentino acaba de hacerlo con Maradona en el Nápoles de los 80 en su nueva y emocionante película Fue la mano de Dios. Un relato imprescindible, hoy imposible, de un fútbol con luz de verano. No ganó el Balón de Oro, pero Diego fue capaz de convulsionar una sociedad entera. Su impronta, eterna, es cultural. Hoy los mejores jugadores del mundo mejoran el juego y superan récords, pero ya no juegan esa liga. Caducan en diciembre.