Un relámpago de Vinicius salvó al Madrid
Un balón largo, pegado a la banda, que baja con el pecho con un control en el que al tiempo se deshace de Ocampos, un avance rápido hacia el área, un amago a Montiel, al que clava los pies, una zancada más y un cañonazo por alto, que Bono persigue y hasta roza, pero no puede detener. Es la última obra de Vinicius, su último gol, un relámpago en una noche en la que los dos equipos acusaron el partido de Champions entre semana. Ancelotti elevó el estatus del brasileño al decir que venga Mbappé o quien sea seguirá jugando en la banda izquierda, y se ha apresurado a agradecerlo, resolviendo un partido difícil con un gol que sacó de la nada.
Y eso que no hizo un buen partido. No lo hizo ningún madridista sino Courtois, que le cerró la puerta al Sevilla más de una vez, la última ya con 2-1, evitando un empate que ya hubiera sido inamovible. Con ellos dos y poco más el Madrid se llevó un partido espeso en el que mandó el Sevilla casi siempre, aunque sin ese ritmo superior que en mejores días ha sabido imprimir en sus partidos. Se adelantó en un buen cabezazo de Mir, olvidado, eso sí, por la defensa, sufrió el empate en un inusual fallo gordo de Bono y finalmente, cuando se replegó en exceso, se encontró sin premio por ese gol indefendible de un jugador que ya rompe en genio.
El Sevilla se va con la queja de un penalti, por zancadilla de Alaba a Ocampos. Luego, ya con 2-1, haría uno más tremendo Diego Carlos a Vinicius. Ni VAR ni gaitas. Después de lo de ayer del Bernabéu y lo de anteayer a Villarreal hay que llegar a la conclusión de que igual que dejamos de saber lo que es mano y lo que es fuera de juego, ya tampoco sabemos lo que es penalti. Para esto vino el VAR, para que descubramos el carácter milagroso del Reglamento, un libro que todo el mundo conoce sin necesidad de haber leído, y que sólo desconocen los árbitros, los únicos que lo estudian. Y lo desconocen más cuanto más lo releen y reinterpretan.