Luis Enrique y el "holocausto caníbal"

La Selección dio la vuelta olímpica a La Cartuja, el escenario de los malos rollos y los desdenes mutuos en aquella Eurocopa que ya parece tan lejana. Desde entonces ha sido semifinalista de esa competición, finalista de la Nations League y campeona en el grupo de clasificación para el Mundial. Quizá esto último sea lo menos meritorio de todo, pero al tiempo era lo único imprescindible, de ahí el gozo. Y más por la manera en que se produjo, yendo de menos a más en un grupo que empezó con un mal empate en casa ante Grecia y terminó con un gol de última hora (son los que mejor sientan) al único adversario de cierto peso del grupo, Suecia.

Démosle a Luis Enrique el mérito que le corresponde. Cumple los objetivos. Hay una cosa de esta Selección que gusta: su voluntad por ir a por todos los partidos, por dominar. Y cosas que no: marca pocos goles, con frecuencia sobetea el balón en exceso y nos pone el corazón en vilo al sacarlo premiosamente en ronditos con intervención de Unai cuando nos presionan en el área. Pero es el estilo de Luis Enrique, ‘innegociable’, expresión solemne aportada por el menottismo, si no recuerdo mal. Y los jugadores saben que tienen que seguirlo porque el que rompe el guion no vuelve. Esta es, ante todo, una selección de leales a Luis Enrique.

Lo que menos me gusta es algo que ya me ocurrió con Clemente: que necesite un enemigo exterior para unir al grupo. Ni anteanoche mismo, en el momento de euforia que siguió al éxito, pudo reprimirse: “En cuanto perdamos un partido volverá el holocausto caníbal”. Caray. Holocausto caníbal. Creo que es la primera vez que me topo con este sintagma apocalíptico. Pronunciado en un día tan feliz tras dar la vuelta olímpica de reconciliación a La Cartuja me dejó la sensación de que echaba en falta algo: ese enemigo exterior, más figurado que real, desde luego nada caníbal, que tanto necesita para unir a sus chicos en torno a una idea futbolística común.