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Puño de hierro, mandíbula de cristal

Valladolid

Tener éxito en una carrera de largo recorrido como es la Segunda División, definida por Pacheta hace semanas como un maratón de 42 kilómetros, pasa ineludiblemente por establecer micro-objetivos a corto plazo, de los cuales el técnico ha ido fijando varios que vertebrarían un hipotético triunfo final. Lo que sonaba a populismo o cuota de mínimos, que el equipo corra, y un tanto etéreo, que sea aplaudido, ya lo ha conseguido. También, tras pasar por una sequía de tres semanas, que el volumen ofensivo crezca. Le queda otra cosa: acabar de afinar atrás.

Dirá alguno que pedirle esto al Real Valladolid después de apenas ocho jornadas es demandarle que sea perfecto ya. Sucede que, por muy difícil que sea la categoría, la exigencia del objetivo del ascenso pasa por ganar muchos partidos, y para hacerlo, inevitablemente han de hacerse muchas cosas bien de manera reiterada. Si se pide mucho es porque mucho es lo que se espera, nada menos que un ascenso. Y porque la sensación es que el equipo lo puede dar.

Después del 'Valle de Crisis' que amenazó los cimientos e invadió de dudas a muchos, el triunfo frente al Alcorcón y la personalidad mostrada para remontar en El Toralín confirmaron esa creencia, pendiente de ser reafirmada aún con una cadena de resultados positivos. Con una ocupación más natural de los espacios, favorecida por el 'reencuentro' con el 4-4-2, Roque Mesa ha encontrado por fin a su pareja de baile y Weissman tiene quien a su lado le potencie. Maximizados los dos, la imagen es otra.

Sucede que el puño de hierro, probado a través de los cuatro goles en dos partidos, pero más aún a través del incremento de volumen ofensivo, que pudo provocar una goleada al Alcorcón y acercó más a la victoria que a cualquier otro escenario en la segunda parte de Ponferrada, aún no le está acompañando una mayor fiabilidad defensiva, algo que se debe en buena medida a los problemas para dar continudad una línea trasera, no ya la ideal, sino una cualquiera.

El aumento de las vigilancias es evidente y la diferente disposición acerca las piezas secundarias a las mejores -o simplemente existentes- ayudas defensivas allí donde en las primeras jornadas el Pucela hacía aguas: a campo abierto. Sin embargo, la forma en que la Ponferradina hizo sus goles demuestra una mandíbula de cristal que ha de ser sustituida por otro material, a priori más sólido cuando se recuperen piezas importantes como Joaquín o El Yamiq.

Como en todo en la vida, la paciencia jugará un papel fundamental en la adquisición de aquello que falta, pero sucede a menudo en el fútbol, que cuando alguien tiene las exigencias de este Real Valladolid, la calma es (y será) mayor cuanto mejores sean los resultados. Esto, que por obvio suena incluso absurdo, es algo que, en ese cambio de chip pretendido por Pacheta, no debe ser olvidado. La obligación es apartar la autocomplacencia y ganar mucho y cuanto antes. Así lo va a demandar la afición... y solo así se ascenderá.