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Ni la rabia de Benzema salvó al Madrid

El Espanyol jugó con el Madrid como el Atlético con el Barcelona: como el gato con el ratón. Controló el partido sin poseer el balón, manejó la situación, esperó sin sufrir problemas los ataques de un Madrid muy romo hasta el tramo final, cuando Benzema tuvo una reacción sensacional que no valió. De nuevo su defensa fue floja, especialmente por la izquierda en la primera mitad, por donde le llegaban las flechas. Pero ya es una constante que al Madrid le lleguen con facilidad, demasiada como para que le sostenga el portero, incluso uno tan bueno como Courtois, que ya no puede compensar tanto error partido tras partido.

Nada que ver con la derrota ante el Sheriff, ridícula pero hasta cierto punto accidental. Esta vez el Madrid jugó muy mal. Salió en 4-4-2, con Kroos en lugar de Casemiro, y se vio que no está todavía. El Madrid atacó mal y defendió mal. Tras el descaso, 4-3-3, con Rodrygo por Camavinga. Pareció atacar mejor, pero ofreció un boquete atrás por el que llegó en seguida el 2-0. Entonces Ancelotti tiró la casa por la ventana, sacando a Casemiro y a Jovic (y más tarde a Hazard por Vinicius) dejando sólo dos medios, como una cintura de avispa, al modo de los sesenta, cuando se jugaba 4-2-4. Una invitación al correcalles que casi salió bien gracias a Benzema.

Porque lo de Benzema a partir del 2-0 fue extraordinario. Reaccionó él, prácticamente sólo él, marcó un golazo y agitó a todos. Hizo otro y dio uno más, anulados ambos por fuera de juego, todo en un ataque de furia que no mermó su calidad. Fue el rapto de orgullo y genialidad de un jugador grande que no acepta perder. Él solito puso en dudas al Espanyol, que tras fallar un tercer gol clarísimo por Darder, acabó muy quedado, con miedo a salir y expuesto al empate. Como dijo luego Vicente Moreno, no se puede aspirar a ganar al Madrid sin sufrir. Esta vez esa ley la hizo cumplir Benzema, lo único del Madrid de siempre que se vio en Cornellà.