España arranca con la lección aprendida
Cuando la Selección de fútbol bordó su primera y única estrella en la camiseta en 2010, otros futbolistas españoles ya lucían dos en el pecho, después de haberse coronado en los Mundiales de fútbol sala de Guatemala 2000 y China Taipei 2004. Eran los tiempos en los que España logró romper el monopolio de Brasil, que lidera el palmarés del campeonato con cinco títulos, para convertirlo en un mano a mano que ya no existe, en concreto desde la celebración de la última edición hace cinco años, que tenían que haber sido cuatro si el coronavirus no se hubiera entrometido en los plazos. Sólo otro país ha conseguido gobernar en el futsal mundial: la vigente campeona, Argentina, en 2016. Fue un certamen histórico, que cambió la senda de este deporte, porque ni Brasil ni España alcanzaron las semifinales. En los siete torneos previos, ambas habían protagonizado cuatro veces la final en duelo directo, y en las otras tres había estado presente una de ellas, por supuesto como ganadora. Colombia 2016 marcó un giro en la tendencia, fue una buena lección para las dos dominadoras.
Italia y Rusia sí habían dado algún susto antes a La Roja en Europa, pero aun así reinaba con solvencia: siete coronas continentales sobre diez posibles. Eso ha cambiado. Los dos grandes favoritos históricos ya están advertidos para este Mundial de Lituania, que arrancó el domingo y que ayer vio el debut triunfal de España frente a Paraguay. La igualdad se intuye enorme, más que nunca, con potentes países como Argentina, Rusia, Kazajistán, Portugal, Irán... El equipo de Fede Vidal, conocedor del gran desafío, ha estado concentrado desde 52 días antes, con una preparación concienzuda, en una burbuja segura. Con el máximo respeto al Mundial, a unos rivales que han crecido en número y en calidad, y a esas dos estrellas que brillan sobre el escudo. El 3 de octubre se proclama nuevo campeón.