Nacida para saltar

Aunque la fama se la llevan fondistas y mediofondistas, el atletismo español es pródigo en excelentes saltadores, forjadores de una tradición reivindicada por Ana Peleteiro en los JJ. OO. de Tokio. Tercera en la final de triple representa el último eslabón de la cadena que inició en primer lugar la histórica figura del donostiarra Luis Felipe Areta, finalista en salto de longitud en Tokio 64 y de triple en México 68 y, donde el ruso Viktor Sanéiev, el brasileño Nelson Prudencio y el italiano Giuseppe Gentile libraron una batalla memorable. Cada salto producía un récord mundial hasta que Saneiev cerró la discusión: 17,39 metros, el primero de los tres oros consecutivos del atleta ruso.

Nombres como Antonio Corgos, séptimo en los Juegos de Moscú y quinto en los de Seúl; el inolvidable Yago Lamela, doble subcampeón mundial en 1999 en pista cubierta y al aire libre en Sevilla, o el hispano-cubano Joan Lino, bronce en Atenas 2004, han pavimentado el camino que ahora transitan Ana Peleteiro en el triple y Eusebio Cáceres en la longitud. Los dos fueron prodigios juveniles, con una trayectoria atravesada de dificultades, decepciones y remontadas.

"Nació destinada a saltar", comentaba Lardo Moure, su primer entrenador en A Pobra de Caramiñal, un lugar idílico de la ría de Arosa, donde la pasión de la familia Moure por el atletismo ha sido trascendental para establecer un potente foco de formación. En 2012, Ana Peleteiro ganó el Mundial júnior con un salto de 14,17 metros. Voló muy lejos, quizá demasiado lejos. Sólo era una adolescente de 16 años, pero las especulaciones sobre su techo comenzaron de inmediato.

No se descartó que su primer gran momento se produjera en los Juegos de Río 2016. La realidad fue muy diferente. La digestión de la precocidad no es sencilla. Se estancaron sus marcas y no acudió a Río. En los cuatro años posteriores a su victoria en el Mundial júnior, no consiguió superar aquella marca juvenil. Tocó suelo, en lugar de techo.

Su recorrido cruzó por varias estaciones. Abandonó Galicia, se estableció en Madrid y finalmente se integró en el grupo de saltadores que en Guadalajara dirige Iván Pedroso, el mítico saltador cubano que también entrena a la venezolana Yulimar Rojas, cuya incomparable autoridad en el triple salto se ha refrendado en Tokio. Batió el récord mundial con 15,67 metros y más de medio metro de ventaja sobre la portuguesa Patricia Mamona, segunda clasificada (15,01). Una diferencia Beamon. En el mundillo del atletismo se abren apuestas sobre las marcas que Yulimar podría lograr en salto de longitud. En algo hay unanimidad: probablemente será la primera atleta que supere la barrera de los 16 metros.

El ciclo olímpico de Ana Peleteiro ha evidenciado su progresión y una madurez competitiva tantas veces cuestionada. Desde 2016 ha mejorado sus marcas con regularidad, la señal necesaria para añadir confianza y tablas. La cancelación de los Juegos en 2020 certificó la evolución. En una prueba donde la campeona estaba fuera de duda, el segundo y tercer puesto eran asequibles para media docena de atletas.

No hay mejor lugar en el mundo para acreditar a un atleta que los Juegos Olímpicos, escenario que Ana Peleteiro ha aprovechado para sellar sus progresos y mostrar el nervio competitivo que le faltaba años atrás. Batió dos veces el récord de España, perdió la tercera posición con la jamaicana Ricketts y lo recuperó en el siguiente salto. Fue un modelo de gestión que Peleteiro celebra ahora con la medalla de bronce. Diez años después, las expectativas están cumplidas.