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Todos íbamos un poco con Dinamarca el miércoles: porque era el pequeño y jugaba contra un grande que además ejercía de local; por su bonita historia de superación tras asistir al desvanecimiento de su estrella; por los recuerdos del 92 y los paralelismos con aquella gesta insospechada. Por todo ello, grité el gol de Damsgaard y lamenté la señalización del penalti que decantó el encuentro en la prórroga. Lo asumí como una derrota más y lamenté la oportunidad desperdiciada. Luego me impresionó la reacción de las redes en España: casi se daban por sentados el amaño, la teoría de la conspiración y el complot de la UEFA.

Conviene no mezclar cosas. Que Inglaterra haya jugado tantos partidos como local es el producto de un formato que se aprobó hace casi diez años, cuando Michel Platini aún dirigía la UEFA. Desde entonces se supo que las semifinales y la final serían en Wembley. No es algo que se haya establecido en los últimos meses. La Europa futbolística lo sabía y todo el mundo lo entendió como una localía parcial. Precisamente por ello, muchos expertos daban a Inglaterra como favorita desde hace tiempo, porque ejercía, a grandes rasgos, de anfitriona. Que el mundo fuera luego víctima de una pandemia que dificultara la movilidad entre países no lo podía predecir nadie, pero tampoco ha sido, por lo tanto, un movimiento que forme parte de ningún complot. Ajeno a todo ello, el árbitro de la semifinal pitó un penalti que, vistas las repeticiones, parece muy dudoso: tanto, que la mayoría creemos que no lo era. Lo cierto es que, en directo, pitarlo parecía lo más lógico: visto por la tele, cuando cayó Sterling me temí lo peor: me pareció pena máxima. Y ocurrió entonces que, cuando se revisó la acción, se observó un contacto. Y el protocolo VAR actual impide llamar al árbitro si en la revisión de las imágenes de un penalti que se ha señalado se observa un contacto. Lo que deberíamos hacer todos, más que inventar teorías conspiratorias sin base alguna, es preguntarnos cómo podemos mejorar ese protocolo para que en acciones como la de Sterling sí se pueda mandar al colegiado a visionar las imágenes. El fútbol es cada vez más justo, pero nos falta aún camino por recorrer.