Unai Simón nos salvó de un mal trance

Fue el día de Unai Simon, que bien lo merecía. La forma en que se levantó de su garrafal fallo ante Croacia, la forma en que lo explicó luego, sin buscar excusas, merecía este premio. En la tanda de penaltis atajó dos con tal solvencia que comió la moral al cuarto lanzador, que tiró alto. Así que nuestros dos fallos perdieron importancia y España vuelve a las semifinales de una gran competición de la mano de este muchachote que refresca la vieja tradición de grandes porteros del Athletic, los Blasco, Carmelo, Iribar, Zubizarreta... Por su edad, se abre ante él un decenio largo de titularidad en la portería de la Selección Nacional.

Pasamos a semifinales con un mal partido y una buena prórroga. Un partido muy por debajo de los dos últimos, y eso que se puso de cara al poco de empezar, cuando a la salida de un córner Jordi Alba soltó un tiro que tocó en Zakaria (justo el sustituto del capitán suizo, Xhaka, ausente por sanción) dejando desvalido al buen meta Sommer. A partir de ahí, España jugó lenta y cómoda, sin brío ni gracia. Tampoco Suiza, que acusó la falta de Xhaka, fue gran cosa. Pero cada córner lanzado por Shaqiri lo ganaban por arriba sus centrales. Cuando llegamos al descanso aquello no olía bien. Y a la vuelta peor, porque Suiza apretó más.

Y a fuerza de apretar alcanzó su gol, en fallo de la pareja Laporte-Pau Torres. Pero a diferencia de nuestro gol, que llegó gratis, el empate se lo estuvo trabajando Suiza un buen rato. Sólo entonces espabiló España, que pronto tuvo el golpe de fortuna de la expulsión de Freuler por una entrada que me pareció brutal. Eso descompuso a Suiza, que ya sólo se ocupó de pensar en la prórroga y, dentro de ella, en los penaltis. Ya en la prórroga España jugó realmente bien, con manejo, velocidad y remate, pero Sommer se mostró solvente. Así que acabamos en manos de Unai Simón, que se agigantó. Fue una tarde que nunca olvidará.