Un sentimiento de Primera, un premio a la resistencia

Quien resiste, gana. Quien pelea, gana. Quien cree, siempre gana. El Rayo tiró de épica para amarrar su ascenso más inesperado. Nadie daba un duro por él cuando se coló en el playoff, hincando la rodilla ante el Lugo, y pocos lo hacían con el 1-2 de la ida. Esos locos entonaron el 'Sí se puede' en el estadio de Vallecas, un mensaje que caló en el vestuario y se plasmó en el césped de Montilivi. A cada revés, más valentía, coraje y nobleza. Sus lágrimas en el final de la batalla fueron las de muchos, las de un barrio especialmente golpeado por la pandemia, en todas sus vertientes. Vallecas se merecía una alegría y llegó.

Los jugadores del Rayo celebran el ascenso a Primera.

Emocionaban las lágrimas de Alberto, a quien una grave lesión le ha hecho vivir la temporada desde la barrera. También las de Bebé, su compañero en el hospital y uno de los grandes artífices de la machada. Ahí estaba Miguel Ortiz, el delegado, que se perdió gran parte del curso peleando contra una difícil enfermedad... Cada uno de los héroes tenía motivos para celebrar y gente a la que recordar. Muchos familiares en la distancia y algunos, ángeles que los guiaron. Trejo no podía articular palabra hablando de su padre, como le ocurrió al presidente. Por ellos, por los abonados que se fueron, por los que están y por los que vendrán. El Rayo es un sentimiento de Primera. Ya está donde se merece...