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Un empate con un mensaje útil

Soy un aficionado de verdad desde mis 12 años y aquella semifinal del Mundial de España perdida por Francia contra la República federal alemana en Sevilla. Llevo 30 años escribiendo y hablando de fútbol como periodista. Sin embargo, cuando se trata de mi selección siempre cometo los mismos errores, siempre me dejo llevar por la pasión, por las emociones y por el optimismo. Así que, como la mayoría de mis compatriotas, ya veía a los Bleus campeones de Europa después del partidazo y de la victoria del pasado martes frente a Alemania. Porque Francia me parecía invencible, tan sólida como durante la Copa del Mundo de hace tres años y con más talento gracias a la incorporación de Karim Benzema en el equipo. El encuentro de ayer contra Hungría debía certificar el pase a octavos y confirmar el papel de favoritísimo de la selección dirigida por Didier Deschamps.

Pero nada ha ido como lo teníamos previsto y, en cierta medida, tenemos que felicitarnos por ello. Esta incertidumbre es la que hace del fútbol un espectáculo maravilloso y, en lo que concierne específicamente a Francia, Hungría le ha mandado un mensaje que le va a ser muy útil. Recibir un toque de atención cuando se trata sólo del segundo partido del torneo y que nada está en peligro es lo mejor que le podía haber pasado. Aunque los Bleus estén repletos de jugadores de grandes clubes acostumbrados a la máxima competitividad las alabanzas recibidas en los últimos días y el sentimiento de imbatibilidad que rodea al grupo podían llegar a debilitarles. Las dos estrellas cosidas sobre la camiseta azul se han conseguido vistiendo el mono de trabajo y para conquistar la primera Eurocopa desde el año 2000 habrá que hacer lo mismo en cada minuto. El mal partido de ayer en Budapest demuestra que la selección francesa lo había olvidado.