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El gol es un problema, obsesionarse lo multiplica

La temperatura de los equipos se mide en los momentos de dificultad, y a esta realidad se ha expuesto España después del empate con Suecia. El resultado exige a la Selección buena letra, fortaleza mental y más puntería en los partidos con Polonia y Eslovaquia. Sus 17 remates contra los suecos no le rindieron beneficios. Peor aún, alimentó un temible fantasma: la sequía irremediable. Más delicada que la carencia de gol es el vértigo que empieza a instalarse en el entorno del equipo y quién sabe si en los jugadores. Cuando un problema se convierte en obsesión, la dificultad en resolverlo se multiplica exponencialmente.

Aunque los goles dirimen el resultado, España ofreció una versión competente en su primer partido. Todo lo que hizo bien (el control casi absoluto del juego, el empaque y la producción de ocasiones) pasó casi inadvertido frente a su desencuentro con el remate. Si la Selección se vuelve aprensiva por su falta de contundencia, el problema será doble: de gol y de creciente desconfianza.

El equipo sabe que tiene una lacra y que no parece fácil de resolver, pero no puede permitirse un ataque de pánico en estos momentos. Tiene que aparcar esta frustración y mantenerse en la buena línea que mostró ante Suecia. Si genera una cantidad parecida de remates, crecerá la posibilidad de convertir alguno. Si interioriza el gol como una montaña inexpugnable, perderá el juego, la confianza y las ideas.

Los rivales toman nota. Saben que España sufre más de la cuenta contra equipos reservones, especuladores, sin ambición atacante. Suecia figura entre las más expertas en esta clase de fútbol. Es probable que polacos y eslovacos repitan la tesis sueca. Intentarán aprovechar los primeros signos de angustia que observen en la Selección, integrada por una considerable proporción de jóvenes. Se avecinan, por tanto, dos partidos que medirán el nervio competitivo y la fortaleza mental del equipo.

Olsen sigue el balón con la mirada tras un remate de Morata.
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Olsen sigue el balón con la mirada tras un remate de Morata.MIGUEL MORENATTIDIARIO AS

Es época de construcción y crecimiento, con todas las fragilidades que ese periodo suele suponer en el fútbol. También es un tiempo de aprendizaje para los más jóvenes. Enfrente tienen la Eurocopa y muy cerca el Mundial, territorios de enormes exigencias que nunca ponen las cosas fáciles a los equipos. La mejor época de España en el fútbol estuvo salpicada de alambradas: el terrible comienzo en la fase de clasificación de la Eurocopa 2008 y la derrota con Suiza en el primer partido del Mundial 2010. Aquel equipo destacaba por su juego, pero también por su entereza para afrontar los momentos críticos.

A Luis Enrique le toca trabajar con eficacia el aspecto mental en una selección con alto porcentaje de inexperiencia. Una brillante generación, hegemónica en las categorías juveniles, se perdió después de 2012. Algunos de aquellos jugadores participan en la Eurocopa. No demostraron capacidad para el liderazgo, pero ahora tienen la oportunidad de resarcirse. O pastorean con inteligencia y carácter a los Pedri, Olmo, Ferran y compañía, o al problema del gol se añadirá el del desánimo y la frustración general, con el Mundial a la vista, nada menos.

Con respecto a la producción rematadora, España no engaña a nadie. No cuenta con el tipo de delantero que marca diferencias en el panorama internacional. Gerard Moreno, sin duda, el jugador español del año, escuchó hace dos temporadas en el Villarreal las mismas críticas que suscita Morata, cuyo rendimiento tampoco sorprende. Hace cuatro años marcó 15 goles en la Liga, su mayor cifra en una trayectoria que le ha llevado por el Real Madrid, Chelsea, Atlético de Madrid y Juve en dos ocasiones. No es un martillo pilón en el área. Ya se sabía. España tendrá que resolver este déficit con las mismas armas que le procuraron 17 remates contra Suecia… y embocar alguno.