El ilusionante primer día de Carletto
Ancelotti entra en Valdebebas, levanta la ceja y se encuentra sentados cinco años después a Marcelo, Isco, Bale… En las paredes del vestuario resuena el eco de la voz de Bill Shankly en su alumno JB Toshack: "Al final de la semana juego con los mismos 11 cabrones". En una esquina David Alaba se presenta a todos con un texto en español que le ha redactado su amigo Xabi Alonso, que aseguraba en Múnich no haber visto a nadie tirar las faltas como al austriaco. Así se presenta el verano previo a la nueva normalidad en el Real Madrid. Una colección de veteranos y noveles insuficientes para dar un espectáculo digno del escudo. Por no haber, no hay ni estadio. Los aficionados madridistas son desde hace tiempo una pandilla de jubilados dándole a F5 para ver cómo se actualizan las obras del Bernabéu.
Atrás quedaron los años de Florentino Pérez jugando a Nueve reinas con los presidentes de los clubes. ¿Te gustan los tipos a vos? No. ¿Te acostarías con un hombre? No. ¿Y por 10.000 dólares? No. ¿Por 20.000? No… ¿Por 500.000? "Putos no faltan, lo que faltan son financistas", concluía el personaje macarra interpretado por Ricardo Darín. La carrera por la inflación en el mercado de fichajes y salarios del fútbol le ha explotado en la cara a los gestores del Real Madrid. Hay pataleta porque Qatar pague desproporciones a Mbappé, porque a Ramos le tienten con petrodólares que impiden renovarle a la baja o porque no haya banco que sostenga inversiones como las de hace 20 años, pero el primero que ofertó cantidades indecentes por Figo, Zidane, Ronaldo, Bale… ya sabemos quién fue.
Siento el bajón queridos madridistas, pero ni siquiera sabemos si nos podremos quitar la mascarilla para comer pipas o silbar a Bale. Tampoco dónde vamos a ver la ilusionante vuelta de Ceballos y Brahim. ¿En el Metropolitano? Solo nos queda Haaland por unos 200 millones vendiendo a Varane, Odegaard y algún otro activo y ahorrando el salario de Ramos o Bale. De Zidanes y Pavones a Haalanes y Víctor Chust.