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El Arsenal se juega más que una final

Olviden 2006. No queda nada de aquel Arsenal de Los Invencibles que se quedó a las puertas de conquistar Europa. El de hoy es un equipo más terrenal que, eso sí, sigue aferrado al modelo instaurado por un Arsène Wenger insustituible. Inmerso en esa reconversión encomendada a Mikel Arteta, el conjunto londinense que saltará hoy al césped de La Cerámica no se juega solo un título o una ilusión, sino la pervivencia de su estatus de grande de Inglaterra. Y eso trae consigo mucho peligro.

Peligro porque por mucho que no sea el Arsenal al que se enfrentaron los Forlán, Riquelme y compañía, sigue teniendo muchísimo talento, y durante toda la temporada sus jugadores han demostrado que son capaces de erupciones incontrolables de buen fútbol. Si el Arsenal tiene su noche, puede pasar como en las finales de la FA Cup y la Community Shield que le arrebató al Chelsea y al Liverpool en 2020. Si no la tiene, puede pasar como el fin de semana pasado cuando Leno se marcó un autogol que dinamitó todas sus opciones en Premier.

Hoy, sin embargo, no tienen margen de error. El patinazo de la Superliga, el intento de compra del club y la división que parece afectar a todas las parcelas de la institución amenazan con un futuro incierto si la temporada que viene no se está en Europa. El Arsenal se juega mucho, y, hasta que no pite el árbitro, no sabremos si es el de las grandes noches para recordar o el de los días negros para olvidar.