Ruth Beitia reescribe su historia

“Sabía que tarde o temprano esto saldría”, dijo Ruth Beitia en febrero de 2019, cuando el TAS dictó las suspensiones de doce atletas rusos, entre ellos Svetlana Shkolina, la saltadora que había privado del bronce olímpico a la española en los Juegos de Londres 2012. No imaginaba entonces que la espera iba a ser más larga todavía, más tarde que temprano, porque Shkolina interpuso un recurso cuya resolución se ha demorado hasta la presente fecha. Ahora, sí. El Tribunal de Arbitraje Deportivo ha dado parcialmente la razón a la rusa y ha reducido su sanción de cuatro años a dos años y nueve meses, pero aun así anula sus resultados durante un periodo que abarca Londres, donde se colgó ese bronce que ahora hereda Ruth, además de los Mundiales de Moscú 2013, donde la cántabra se aúpa al peldaño de plata. Beitia ha reaccionado a la noticia con un escueto mensaje en redes sociales: “Por fin…”. La justicia ha tardado casi nueve años en llegar, pero la medalla es de ley. Como también lo fueron las ganadas en su día por Lydia Valentín y Manolo Martínez.

Los reanálisis de muestras, las sanciones en diferido y las reasignaciones de medallas tienen una parte triste, que es el robo al deportista limpio de las emociones del momento, de la foto del podio y de los contratos perdidos, pero también lanzan un mensaje rotundo al tramposo, que ya no puede dormir tranquilo después de su estafa. La amenaza de la descalificación y de la vergüenza pública siempre estará al acecho. Beitia sospechaba de Shkolina, de su cambio físico, de su progresión, igual que Lydia intuía el secreto de sus rivales. El tiempo les ha dado una razón que tragaban con amargura. En el caso de Ruth viene con premio extra, porque estuvo a punto de retirarse tras la decepción por su cuarto puesto en Londres 2012… Y ahora tiene dos medallas olímpicas, a falta de una: oro y bronce. La historia también se escribe así.