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El fútbol francés tiene muchos defectos. Pero el nivel de las canteras es alto y permite alimentar los clubes con buenos futbolistas que, con sus posteriores ventas, inyectan grandes sumas de dinero. Además, de vez en cuando, aparecen cracks que deslumbran al mundo. Ahora mismo hay dos diamantes que brillan más que cualquier otro jugador galo y que prometen años de gloria. Se llaman Kylian Mbappé y Eduardo Camavinga y se parecen en la precocidad y el talento. Sin embargo, su situación difiere. Porque si el delantero necesita salir del Paris Saint-Germain, el centrocampista necesita quedarse en el Rennes.

Mbappé se está estancando en el club de la capital, no progresa e, incluso, mucha gente del otro lado de los Pirineos opina que ha perdido entusiasmo y frescura. Le hacen falta nuevos retos. Todo lo contrario de Camavinga que está viviendo en un ambiente perfecto para él. El Rennes es un club simpático, con ciertas ambiciones pero sin los efectos negativos de una presión desmesurada. Una especie de incubadora futbolística que le está ayudando a crecer, como por ejemplo a asumir la fama. En el pasado otoño, tardó varias semanas en digerir su primera convocatoria con Francia y estuvo muchos partidos perdido en el campo. Así que una temporada más en el Rennes antes de fichar por el Madrid le vendrá muy bien. A él, y al club blanco.