Por un compromiso de estabilidad
El diario L'Équipe desveló esta semana el formato de competición que la UEFA planteará a los grandes clubes para que la Champions League siga siendo el torneo de máximo nivel del fútbol europeo. No se trata, como en anteriores modificaciones, de pequeños cambios relacionados con las vías de acceso, los cupos por países o las rondas previas. Esta vez es una revolución total que transformaría por completo el rostro de la primera fase, con una liga sin divisiones en grupos y en la que todos compartirían la misma clasificación sin llegar a enfrentarse a la totalidad de los oponentes. Me cuesta valorarlo porque nunca he vivido nada parecido. Supongo que me parecerá injusto que un equipo tenga un sorteo más benévolo y le corresponda un calendario de menor exigencia que otro rival con el que competirá por un puesto en la tabla y al que le habrá tocado medirse a una oposición más fuerte. Pero a estas alturas, me agarro casi a cualquier vía que evite que se llegue a la Superliga y, con ello, a la ruptura de la estructura piramidal e interconectada del fútbol.
Lo que sí me gustaría es que, si se firma finalmente esta reestructuración, se llegue a un compromiso de estabilidad. No podemos estar cada tres años asistiendo a chantajes, amenazas de los grandes de marcharse a organizar su jardín y a negociaciones a última hora en las que la UEFA cede a sus pretensiones para evitar la debacle. El fútbol europeo necesita que todos sus integrantes puedan competir y planificar sin la incertidumbre de no saber si sus campeonatos nacionales serán económicamente viables en el futuro o si corren el peligro de caer en una marginalidad que comprometa su subsistencia. La nueva Champions, si finalmente nace, tiene que desvincular cada renovación de los derechos de televisión de un replanteamiento de la mecánica de la competición. No podemos pasarnos la vida librando batallas en los despachos que nos distraigan de lo importante, que es lo que pasa en el césped: quién gana, quién pierde, quién hace historia, quién sueña, quién disfruta.