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LA CAJA NEGRA

La película en movimiento de Isak y la mudanza de Morales

07/02/21 PARTIDO PRIMERA DIVISION   REAL SOCIEDAD CADIZ   ISAK
AMAIA ZABALODIARIO AS

A toda mecha

Se tiende a exagerar con los talentos precoces, siempre tan sensible la platea futbolística a la aparición de nuevas promesas, aunque muchos sí merecen una especial atención. Cada paso que ha dado Isak (21 años) durante su carrera ha causado cierto revuelo. Es un jugador de extremos, complicado a veces de escrutar. Sucedió en su primera temporada en la Real Sociedad y ahora vuelve a ocurrir después de un inicio dubitativo. Son cuatro jornadas seguidas marcando. En Isak se aprecia una virtud muy reputada en el fútbol actual. Nunca deja de moverse. Es el principal patrimonio en alguien que alcanza velocidades de 35 km/h sin aparente esfuerzo. La continua búsqueda de espacios a la espalda del Cádiz pone en valor su dinamismo. Ante bloques ajustados estirar a la defensa rival es una clave capital. Pero Isak todavía no es un producto terminado, incluso necesita añadir algo de pausa en la finalización. Mientras tanto, seguirá corriendo.

La veteranía bien llevada

El transcurso del tiempo acostumbra a obligar a una readaptación del catálogo. En este proceso hay transformaciones más y menos eficaces. No admite discusión que la evolución de Morales (33 años) es un ejemplo de utilidad. Al capitán del Levante, tan feliz con el éxito copero y la renovación de su contrato, ya no se le ven de forma recurrente esas conducciones en las que dejaba atrás contrarios como si nada. Esta temporada es la que menos desborda: 0,8 regates por partido y 35% de éxito. Esta merma no importuna a su juego y menos a su efectividad. Es un atacante más intuitivo y de mayor decisión en la frontera del área como acreditó en su doblete frente al Granada. Su cuenta de goles y asistencias —diez y tres, respectivamente— estima su pragmática reconversión.

Morales celebra un gol ante el Granada. / David González
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Morales celebra un gol ante el Granada. / David González

Tu esencia

El mínimo exigible en un equipo no es otro que competir desde tus virtudes, sean cuales sean. Le ha costado hacerlo al Alavés desde el aplaudido regreso de Abelardo, pero partidos como el del Valladolid reafirman el acierto de esta decisión. Fue el conjunto ordenado, intenso y práctico de tiempo atrás. Sabe que no puede relajar sus coberturas en defensa; no lo hizo. Sabe que el juego directo y las acometidas por los costados son su vía de ataque; pues así lo ejecutó (76% de jugadas ofensivas por las bandas). La arquitectura de su triunfo se cimentó en la contundencia de cada cosa que realizó. No se puede decir lo mismo del Valladolid de Sergio, cada vez más lejos de lo que era.

Exceso de celo

Cuando se deja escapar un 0-2, algo se ha hecho muy mal. No se puede agarrar el Villarreal a su excesiva dependencia en Gerard Moreno para explicar el tropiezo ante el Elche. Tan cierto es que la salida del campo del delantero le arrebató de su faro ofensivo como que de fondo se atisba un pecado de conformismo. Por empuje del Elche e iniciativa propia dio dos pasos hacia atrás. Su posición media durante el encuentro se ubicó en 50,5 metros de distancia a su portería. Solo ante Atlético, Real Madrid y Barcelona presentó un dato más bajo. Respecto al duelo de la primera vuelta contra el equipo franjiverde, que también terminó en empate, la diferencia asciende hasta 11 metros. El Villarreal quiso guardar lo conseguido y se boicoteó a sí mismo.