La pasión de Adrián Campos
La pasión por el automovilismo fue el motor que impulsó la vida de Adrián Campos y ha sido así hasta que su corazón ha dejado de latir. Me conmueve un fallecimiento inesperado, una de esas muertes que te obliga a pensar que no tocaba, que ha llegado demasiado pronto, que a Adrián todavía le quedaban muchas cosas por hacer. Le podemos recordar como piloto de F1, mecenas, descubridor de talentos, jefe de equipo… Yo, y creo que muchos, sin embargo ante todo conservaré en mi memoria que era un buen tipo. Hizo mucho por el automovilismo español, seguramente no suficientemente reconocido, además de ser feliz con esa dedicación al deporte en cada una de sus facetas, en cada una de las etapas de una vida de entrega a los sueños en los que creyó.
Mi relación con Adrián se inició por una doble vertiente. De forma personal le conocí en su etapa en los grandes premios, cuando el AS decidido enviarme a algunos a finales de los 80 porque él competía junto a Luis Pérez-Sala. Estuvimos más cercanos, sin embargo, después gracias a nuestro amigo común 'Aspar'. En mis visitas a Alzira, en algunos evento familiares, después ya en sus comparecencias de Prensa con sus diferentes proyectos… Y siempre me encontré con un hombre tranquilo, afable y centrado en sacar adelante sus ilusiones. Incluso cuando las cosas le venían mal dadas, cuando algunos querían aprovecharse con vileza de su bondad y pasión. Nunca se rindió y seguía en la brecha por la única razón de que quería hacerlo. El mundo empresarial, por tradición familiar, pudo haber sido su refugio pero prefería estar cerca de los coches, de las carreras, de los pilotos… Solo una desgracia como la que ha ocurrido podía apartarle de todo ello. Descanse en paz.