El Atlético del Cholo no mira hacia atrás
Koeman le sigue dando vueltas al guiso, con o sin Messi. No termina de salirle, pero va sacando puntos a la espera de días mejores. Cae bien este hombre, cara visible de un club metido en una confusión histórica, y mira que las sufrió en el pasado. Él pone formalidad en este barullo y le pagan con unos disgustos que para qué. Tirador exacto de penaltis como fue, no puede concebir que los suyos fallen tantos. Defensa de extrema seguridad en el Dream Team, como también fue, cada día le dan sobresaltos terribles. Ayer mismo, primero un resbalón de Umtiti y luego un movimiento suicida de Mingueza rematando el balón a Araújo. Suerte que estaba Ter Stegen.
Pero ganó en Elche, decía con un gol que De Jong ‘robó’ cuando iba para autogol y otro, muy al final, de Riqui, que jugó los cuatro minutos más productivos y felices de su hasta hoy corta carrera. Así de contento se puso, y se nota que los compañeros le quieren, porque el jolgorio en torno suyo fue general. Lo malo para el Barça (y para el Madrid) es que el Atlético sigue su escapada y sin mirar hacia atrás como esos fugados que empiezan a sentir que flaquean sus fuerzas. Cerró la jornada ganando bien al Valencia, remontando un 0-1 (lo de Racic fue el modelo más exacto de disparo imparable) hasta completar un 3-1 que habla de su salud y su firmeza.
João Félix volvió de una jornada de reflexión, a la que fue condenado por sus desplantes, sus morritos, sus patadas a botellas en los cambios. Lo agradeció con un gol, acrobático y singular, marcado con la plancha, como uno de los de Kempes en la final del 78. Eso no le salvó de ser cambiado a la hora de juego, cuando ya había llegado el segundo gol de los suyos, una joya de Luis Suárez, que no para. El cambio era una forma de avisar a João Félix que no reincida y de que ahí sigue Correa, que salió por él y marcó el tercero, coronando una galopada de Llorente. Luis Suárez y Llorente, qué regalos del Barça y del Madrid, que ahora avistan al Atlético con prismáticos.