Las dudas sobre Federer

El retraso de las fechas del Abierto de Australia, que comenzará tres semanas después de lo previsto, el 8 de febrero, ha cambiado también los hábitos en las pretemporadas de los tenistas, que normalmente en fin de año ya andaban con torneos previos de exhibición. En los últimos días hemos visto imágenes de Rafa Nadal todavía por Manacor, de Novak Djokovic por su academia en Belgrado, de Garbiñe Muguruza de preparación en Marbella mientras se plantea el ambicioso desafío de ganar los cuatro Grand Slams... Y de Roger Federer ejercitándose en Dubai, su segunda casa. El helvético había avisado a mediados de mes, durante los Sports Awards de su país, que Australia quizá llegaba demasiado pronto para su reaparición, que prefería centrarse en el frondoso verano, con Wimbledon, Juegos y US Open, pero esa imagen en los Emiratos devolvió la esperanza sobre su regreso, renovó la fe del aficionado... Unas ilusiones hoy desvanecidas. Después de analizar la situación con su equipo, Federer ha comunicado a través de su agente, Tony Godsick, que todavía no es el momento.

El anuncio de su baja ha caído como un cubo de agua helada en el circuito, no tanto por la relevancia de perderse un grande, cuando ya ha estado ausente en los dos últimos, sino por las consecuencias de futuro. Federer continúa con la recuperación de sus dos operaciones en la rodilla derecha. Ya tuvo un retorno milagroso en 2017, con aquella final ante el también resucitado Nadal, pero el tiempo avanza, la inactividad aumenta y la edad no perdona. El próximo 30 de enero se cumplirá un año desde su último partido oficial, precisamente en semifinales de Australia. Una temporada en blanco. Y el 8 de agosto soplará 40 velas. Es inevitable que, cada día que pasa, haya más dudas sobre su rendimiento. El runrún sitúa su retirada muy cercana. Si tiene que ser así, al menos que sea sobre la pista.