Demasiada reincidencia
En el Cádiz-Barcelona se demostró por enésima vez que en muchos partidos el éxito los dan los pequeños detalles y los destellos de calidad. Pequeños detalles son estar absolutamente concentrados los 90 minutos, no cometer errores infantiles y los fallos arbitrales, ya sean en contra o a favor, cuestiones que marcan en una jugada el devenir de un encuentro. Son los caprichos del fútbol, el deporte con mayor cantidad de azar. El sábado quedó patente: cualquier pequeño error se paga muy caro. El Cádiz, al cual no quito mérito porque defensivamente hizo un trabajo absolutamente soberbio, recibió con antelación los regalos de Reyes, con dos goles por dos distracciones, una del árbitro, al no señalar falta sobre Mingueza y otra por un regalo de la defensa y portero culés.
El Barça está adquiriendo la fea costumbre de perder la concentración. Resulta muy barato marcarle goles y no es de ahora, lleva temporada y media así. Casi cualquier equipo pone en excesivos apuros a los blaugranas y ya resulta familiar que sus rivales lleven dos goles no habiendo chutado más que dos o tres veces a puerta. A esto le acompaña la incapacidad culé para mostrar su calidad ante defensas cerradas. Cualquier equipo bien trabajado tácticamente desactiva con inusitada facilidad su poderío ofensivo y los convierte en rifles de juguete. El propio sistema culé no ayuda en este sentido. Griezmann y Messi se estorban. El galo, además, se extravía ante los equipos que no ofrecen espacios. A estos se suma la acumulación de jugadores por el centro debido a que el Barça juega con cuatro atacantes muy próximos, creando un embotellamiento que ni el tráfico en Pekín.
Tampoco ayuda que ningún jugador de la plantilla tenga el oportunismo de Luis Suárez para abrir la lata ni el semiconstante apagón de Messi, provocado, esperemos, por su inexistente pretemporada. No es nuevo, sucedió también ante Atleti y Getafe: errores e incapacidad ofensiva. Demasiada reincidencia como competir por algún título esta temporada.