Grosjean vuelve a nacer

El GP de Bahréin ha proclamado su vencedor en la primera vuelta de carrera. Ya en ese instante era indiferente quién cruzará primero la línea de meta, el hombre más afortunado del domingo indudablemente es Romain Grosjean. Sólo el destino, la providencia o un ser superior (elija cada cual su opción preferida) ha propiciado que en estos momentos siga con vida. Su accidente en los compases iniciales de gran premio ha sido tan terrorífico, en todos los sentidos, que lo más razonable hubiera sido que ahora estuviéramos hablando de una tragedia. Si en ocasiones nos preguntamos cómo algunos incidentes llegan a tener consecuencias graves sin aparentarlo, hoy el razonamiento es justo el opuesto: cuesta creer que el francés haya escapado de semejante colisión y tan tremendo incendio prácticamente ileso.

Los esfuerzos de décadas incrementando la seguridad en el automovilismo en general y en la Fórmula 1 en particular son en buena parte responsables de la mejor noticia deportiva del día. Monoplazas cada año más resistentes (incluso partiéndose por la mitad como el Haas), dispositivos como el arco superior de protección, las prendas ignífugas y las asistencias rápidas en pista contribuyen a la supervivencia en accidentes de esta magnitud. El punto más cuestionable en este sentido son las propias instalaciones, circuitos que finalmente tienen sus limitaciones y en ocasiones las circunstancias las desafían. La barrera de contención metálica se ha revelado insuficiente para contener un auténtico misil, provocando un peligro incluso más letal que el incendio del coche: unos centímetros más y la historia en estos momentos sería bien diferente. En definitiva, hay que congratularse de lo que sin duda es un final feliz y, de paso, recordar que el deporte del motor siempre será peligroso porque el riesgo cero no existe.