El Real Valladolid perdonó la vida al Levante

Tengo la sensación de que la persona que más contenta estaba tras el empate de ayer en Zorrilla era Sergio. Lejos de lamentarse por la oportunidad que se había escapado, valoró los siete puntos de nueve logrados, las mejores sensaciones del equipo, la mejor situación en la tabla y las oportunidades creadas que luego no se llegaron a materializar. Visto así, podemos dar por bueno el desenlace final, pero yo me apunto más a otra versión de los acontecimientos un poco más exigente. Reconozco que salí del estadio bastante decepcionado y mucho menos conforme que el entrenador del Real Valladolid.

Se escapó una oportunidad de oro de ganar, de alcanzar los doce puntos, de hacer granero antes de jugar con Atlético, Sevilla y Barcelona este mes, de dejar con una buena estocada a un rival directo y de demostrar que Zorrilla este año no va a ser el campo facilón en el que puntúan la mayoría de los rivales de la Liga. Todo eso se escapó. Por eso salí enfadado anoche de allí. De los seis partidos jugados como local por el conjunto blanquivioleta, solo se ha logrado la victoria ante el Athletic, y pidiendo la hora. Real Sociedad, Celta y Levante han empatado y Alavés y Eibar se llevaron el triunfo. El balance, seis puntos de dieciocho, muy flojo. Además, cinco de esos visitantes son equipos que llegaron en plena crisis a Zorrilla y que no están haciendo una buena temporada. Ayer, ante el Levante, más de lo mismo. Tras tener el partido cerca, otro error absurdo a la hora de regalar un penalti condena al equipo a no ganar. Posiblemente la acción del penalti, evitable, no hubiera tenido tanta transcendencia si antes los pucelanos hubieran hecho las cosas mejor y hubieran cerrado el partido.

Y para cerrar el camino hubo dos oportunidades. Una, muy clara, la tuvo Alcaraz. Llegó fundido, pero es necesario que esas opciones tan claras que te otorgan tanto se logren materializar. Ahí se escapó una gran posibilidad. La otra se tuvo desde el banquillo, la tuvo Sergio, y tampoco se aprovechó. Mientras el Valladolid se iba hundiendo en el medio campo, con Marcos André agotado y San Emeterio y Guardiola desaparecidos en combate, era imposible poder defender el resultado teniendo el balón. Paco López refrescó a su equipo con todos los cambios buscando con todas sus energías encerrar a un Valladolid que no encontró respuesta desde su banquillo. Sergio permitió que su equipo se fuera cayendo a la vez que el Levante ponía gente fresca que inclinaba cada vez más la balanza. Urgía alguien que lograra tener el balón un poco más adelante para desahogar la situación. Alguien que con piernas frescas y buena técnica permitiera salir de la trinchera en la que se había convertido el área de la portería de Masip. Y no sería porque no tuviera jugadores con esas características el técnico en el banquillo. Estaban Roque Mesa, del que nunca más se supo, Kike Pérez, Toni Villa, hasta Míchel, que digo yo que para trabajar y tener la pelota veinte minutos sí estará, y Jota, al que se sacó al final. Pues no hubo forma. Los cambios fueron lateral por lateral y central por medio centro. Y así le fue al Valladolid. Resucitó a un muerto regalándole el campo y el balón y en una de esas se encontró el penalti. El Levante está muy flojo, no hizo nada y no debió puntuar. El Valladolid, que estuvo algo mejor y lo tuvo más de cara, se asustó como siempre al final y se condenó a sí mismo por no reaccionar y asistir contemplativo a un desenlace que se veía venir y que llegó. Una vez más.