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Lukaku, peligro real

A menudo, en el periodismo nos vemos obligados a exagerar amenazas. No es que lo hagamos por una cuestión comercial, sino más bien para que no parezca que somos unos completos ignorantes. Me explico: en la previa de un Barcelona-Ferencvaros nos piden que identifiquemos a los buenos del equipo húngaro. El cuerpo nos demandaría, a veces, escribir que, por muy distinguido entre los suyos que sea el mejor, el partido es de pronóstico sencillo y no va a tener demasiada historia. Pero esto haría pensar al lector que no tenemos ni idea de quién juega en el Ferencvaros, y de algún modo hay que justificar que nos den un espacio en AS.

En el Inter-Real Madrid, desde luego, no sucede esto. Romelu Lukaku es un peligro mucho más real que la grandilocuencia que logren alcanzar estas palabras. Lo conozco bien, ya que he seguido la carrera de Roberto Martínez desde muy cerca y él ha sido su delantero de referencia tanto en sus tres años en el Everton como en sus cuatro con la selección belga. Mi sensación es que se le ha infravalorado: su corpulencia y su potencia física han llevado a encasillarlo en la especie de goleadores que solo saben rematar. Lo mejor de Romelu es que te sirve para cualquier tipo de partido: si le das espacios, te arrolla; si te encierras atrás, juega de espaldas, abre a banda y ataca el centro. Incluso genera para los demás. En el Manchester United le acompañó una fama de torpe que acabó llevando al club a desprenderse de él pese a que sus números fueron, como siempre, más que decentes.

Romelu Lukaku, celebrando un gol el pasado domingo
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Romelu Lukaku, celebrando un gol el pasado domingoMATTEO BAZZIEFE

A estas alturas está más que claro que el gran perjudicado de aquella operación fue la entidad Red Devil. A Lukaku, alejarse del único lugar en el que han dudado de él le sirvió para relanzar una carrera que ahora mismo se encuentra en la mayor de las plenitudes. A sus 27 años, la lógica diría que debería estar en la lista de la compra de los conjuntos europeos más distinguidos. Y no: las portadas los prefieren más jóvenes. Como si mostrarse incontenible fuera poca cosa.