Cruyff y el doble pivote

Hasta cuándo durará el período de gracia de Ronald Koeman? Lo pregunto sin acritud o retintín, por pura curiosidad. Hace un par de días, justo antes del Atlético-Barça, el compañero Marwan pasaba por aquí y pedía que volviéramos a hablar del juego del fútbol, pero la situación del club no nos lo pone fácil. En manos de una junta gestora, con las elecciones a dos meses y los candidatos por definir, y sin poder económico para maniobrar con los fichajes de invierno, el futuro inmediato del Barça es incierto. Si a eso le sumamos la plaga de lesiones y el calendario draconiano, nos damos cuenta de que hasta ahora las decisiones técnicas de Ronald Koeman han quedado en un discreto segundo plano.

El imaginario culé había asumido que esta temporada no podían esperar grandes cosas, pero quizá debemos preguntarnos ya si Koeman saca lo mejor de sus jugadores. En realidad, hablar de fútbol ahora mismo significa empezar por lo básico, y su gran argumento táctico es el doble pivote. En el pasado, Johan Cruyff advirtió de los peligros del doble pivote: es bueno para los equipos defensivos, decía, pero dificulta la presión adelantada —las líneas se separan y no llegan las ayudas—, distancia a los jugadores del balón y complica el ataque. Así, Pedri o Coutinho, hábiles en el pase al espacio y la combinación, acaban jugando encorsetados.

Otro tic de Koeman que hasta ahora no ha funcionado es la aglomeración de delanteros, a la desesperada, cuando va perdiendo. Puede que la medida nazca de un sentido visceral del fútbol, atacar y atacar y atacar a la heroica, pero el peaje es que se pierde el centro del campo: se cierra la sala de máquinas. Contra el Atlético, cuando Sergi Roberto se lesionó y el Barça se quedó con diez, jugó el final del partido sin centrocampistas. Como Ángel Iturriaga apuntaba en Twitter, puede que fuera la primera vez en la historia reciente del Barça que el equipo jugaba sin un medio centro, su santo y seña. Me recuerda a esa imagen de John Toshack: corremos como pollos sin cabeza.