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Joan Mir y el milagro de Suzuki

Como aquello de “esto ya lo sabía yo” es tan fácil como manido, creo que lo justo en este caso es decir todo lo contrario: al empezar la temporada no habría apostado un euro por ver a Joan Mir a un paso de proclamarse campeón del mundo de MotoGP. Lo habría hecho antes por Marc Márquez, desde luego, por Viñales, puede que por Rossi e incluso por su compañero Rins. Sin dudar en absoluto del talento del mallorquín, que es clamoroso, me parecía que los anteriores tenían muchas más opciones por una cuestión de veteranía y desde luego de mecánica. Porque si lo de Mir es prodigioso, lo de Suzuki merece un análisis exhaustivo: con bastante menos medios que sus rivales directos están protagonizando una campaña de ensueño. El poder de la ilusión, seguramente…

Volviendo al hombre que tiene todo de cara para heredar la corona de Márquez el próximo domingo en el mismo escenario de Valencia, su madurez me tiene deslumbrado. Ya era así en las otras categorías, lo que no significa que deje de admirarme que mantenga la tónica en el salto cualitativo abismal que supone MotoGP. Maneja los tiempos, la presión e incluso la comunicación con un acierto propio de pilotos más curtidos. Todo ello le ha permitido llegar a la situación privilegiada en la que ahora se encuentra, lo que no es nada fácil: otros como Quartararo han sucumbido ante el peso de verse aspirantes a un sueño. De remate, y aunque no tenga mas trascendencia que la estadística, ya puede disfrutar de la tranquilidad añadida de haber ganado una carrera en el que debe ser el año de su proclamación como mejor piloto de motos del planeta.