Mi pequeño gran Bilardo
Si tuviera que alistarme en uno de los dos bandos eternos de la ideología futbolística combatiría a los resultadistas. Pero con partidos como el del sábado tengo muchas dudas de no guardar en mi interior a un pequeño gran Bilardo. Un minuto antes de empezar el partido en Barcelona maldecía la mala suerte del madridismo al tener que sufrir a los desesperantes Rodrygo y Vinicius frente a los diamantes Ansu Fati y Pedri. Estaba convencido de que esa comparación era una digna sucesión a la desventura de haber fichado a McManaman en lugar de a Rivaldo o a Beckham en lugar de Ronaldinho.
Noventa minutos después y victoria en el Camp Nou mediante, el otoño ya era sin duda mi estación favorita, las 16:00 de la tarde era la hora ideal para jugar los partidos, jugar sin público era una cosa menor... casi hasta Vinicius me parecía Neymar. Bueno, tanto no, pero sí que se había quedado buena tarde. El fútbol y el estado de ánimo, que patentó el pequeño gran Valdano que también quiero llevar en mi interior. Aunque sea para sufrir menos las derrotas.
Trato de ser comedido pero a veces me dejo llevar por teorías discutibles. Messi dejó en los minutos finales que Vinicius preparara un disparo en sus narices sin mover siquiera los pies y pensé: lo que le está haciendo el argentino al Barça no se lo haría al Madrid. Aquí sería imposible. Insisto en que un resultado lo cambia todo porque a las 15:55 habría apostado a que el 10 marcaba tres goles. Pero esa imagen de Messi mirando impasible, casi deseando que Vinicius la clavara por la escuadra para mirar al palco, me pareció demasiado castigo para los aficionados del Barça. Y es que esa manera de entregarle al argentino el poder absoluto del club, por muy grande que Messi sea, forma parte en mi opinión de la gestión forofa del Barça. Lo discutible es que el Real Madrid y cualquier club no sea igual. Será por mi pequeño Bilardo interior pero creo que si Messi hubiera crecido en Chamartín no se permitiría considerarse por encima del club.