¿Qué hay detrás del riesgo en los deportes outdoor?
El libro Krakauer Esencial descubre la relación de los hombres con el riesgo en 10 brillantes artículos.
Los deportes outdoor y los viajes de aventura incluyen un ingrediente en la receta en bastante mayor proporción que la mayoría de los deportes a cubierto: el riesgo. El riesgo da sabor y color a la actividad en mitad de la naturaleza. es un electrochoque que convulsiona la consciencia y dispara los sentidos, haciendo de la experiencia algo muy vívido y único. Y además, da prestigio. O eso dicen. Yo no soy muy amante del riesgo. Esto puede sonar un poco incoherente con algunas de las actividades que he realizado durante muchos años, pero lo cierto es que lo que a mí me dispara los niveles de endorfinas no es el riesgo que conlleva la actividad. A mí me motiva el encuentro genuino con la naturaleza. Asumo el riesgo como condimento inherente a los deportes outdoor, pero intento reducirlo a su mínima expresión guiándome por la máxima “más vale estar en tierra deseando estar en el mar, que estar en el mar deseando estar en tierra”. Si las condiciones no son las optimas, aborto misión.
La tolerancia al riesgo es gran abanico, en un extremo se sitúan las personas que no soportan una película de miedo y en el otro los conocidos “yonkies de la adrenalina”, deportistas que se pueden tirar por montaña abajo, por pendientes del 100 % orladas de precipicios y crestas afiladas, mientras les persigue una avalancha. Deportistas cuyos vídeos nos dejan con la boca abierta.
¿Por qué los amantes de los deportes de outdoor se arriesgan tanto?
Una investigación de la Universidad De Nueva Gales de Sur y la Universidad Cardiff llevada a cabo sobre escaladores muy experimentados encontró que estos muestran los mismos síntomas de abstinencia que personas con trastornos de abuso de drogas o adicciones a comportamientos, como los ludópatas, cuando se les “impide” realizar la actividad de escalada. Para el doctor Ken Carter, profesor de psicología en Oxford College, la explicación es relativamente sencilla. Ante una situación de riesgo, las personas “normales” suelen producir cortisol, una hormona que prepara el cuerpo para la huida o la lucha (o quedarse directamente congelado por el terror) en una experiencia no muy agradable. Sin embargo, los practicantes de deportes de riesgo generan más dopamina que cortisol, una hormona relacionada con el placer. Los paracaidistas, los surfistas, los esquiadores freeriders o los escaladores experimentan “un subidón” adictivo cuando liberan toda esa dopamina.
Esta necesidad de sensaciones fuertes puede llevar a deportistas a alcanzar cotas y realizar gestas que parecen imposibles y que, vistas desde fuera, rozan la locura. Pero que exista un porcentaje de la población que necesite el riesgo puede tener una explicación biológica desde el punto de vista evolutivo. Para el Dr. Carter, este tipo de personas son las que han llevado a la especie humana a aventurarse hacia lo desconocido. Gracias a ellas, el ser humano salió de la sabana africana y conquistó otros mundos, evitando así la extinción.
Aunque Jon Krakauer, salta un poco de las explicaciones esencialmente fisiológicas para mostrarnos todo un abanico de matices y razones por las que las personas, y especialmente los deportistas outdoor, se acercan al riesgo. Algunas de ellas nada nobles.
Krakauer Esencial
Krakauer es un veterano periodista norteamericano y aventurero. Es el cronista de los deportes outdoor, el Pérez Reverte de la montaña. Tiene en sus vitrinas el Premio Nacional de Literatura de la Academia Americana de las Artes y las Letras, y es autor de varios libros de montañismo y aventuras, entre ellos el célebre “Hacia Rutas Salvajes”, obra en la que se basó la película del mismo título.
Este libro, publicado por geoPlaneta, recoge 10 artículos publicados hace años en diversas revistas como Outside, Smithsonian o New Yorker, en los que Krakauer pasa el riesgo por un crisol para mostrarnos todas sus caras. Algunas obsesivas y tristes, otras tintadas por el betún del lado oscuro y macabro del negocio y la comercialidad. Pero todas son fantásticas historias.
Krakauer es un magnífico contador de historias, aunque algunas de sus descripciones son algo barrocas para mi gusto, el peso humano en la aventura y el ritmo de la prosa hace que cada uno de los artículos de este libro se lea con mucho interés. Mis dos favoritos son la última ola de Mark Foo, y Fred Beckey sigue por ahí.
“En todo el mundo apenas hay cien personas que tengan el equilibrio y los reflejos para descender por las fauces de una ola de 12 metros y aparecer de pie. Cuando la ola crece, su masa aumenta exponencialmente, igual que la energía que libera al romper. La diferencia entre surcar una ola “por la cabeza” (el límite superior para los surfistas) y una hueca, que draga a 12 metros, viene a ser como la diferencia a conducir a 56 Km/h y a hacerlo a 321Km/h”. Mark Foo fue uno de los surfistas norteamericanos más populares, aunque no un gran campeón, su historia estuvo marcada por el afán de conseguir las fotos más espectaculares de este deporte. Ese ahínco fue el que selló su destino en las grandes olas del lugar de la costa californiana “sombrío, aislado y maligno” conocido como Maverick, una mañana de 1994.
Friedrich Wolfgang Beckey, conocido como Fred Beckey, fue un alpinista norteamericano de origen alemán. Abrió cientos de rutas por los picos más altos de Alaska, Montañas rocosas y noroeste del Pacífico, durante más de 70 años consumido por la obsesión del alpinismo. Desde muy joven esculpió un carácter duro y áspero como los muros de las montañas que escalaba. “Para Beckey, la escalada no es una pose. Allá por la década de 1930, desterró de su vida todo lo que pudiera ser un impedimento para sus campañas en las cumbres, y cinco décadas después las montañas son lo único que le importa”. Murió en el 2017 con 94 años, nunca se casó, tuvo hijos, un trabajo o un negocio, lo único que quiso hacer en la vida fue escalar.
Creo sinceramente que la experiencia en las actividades outdoor es personal, única e intransferible. Todas las sensaciones genuinas que inundan cerebro y cuerpo en lo alto de la montaña, en las profundidades del mar o en la inmensidad del desierto se encuentran bajo la piel, y todo lo que sobrepase esa barrera dérmica hacia el exterior cae automáticamente en las categorías de vanidad, interés comercial, necesidad o, en no pocos casos, ignorancia. “La vida es un cuento de ruido y furia que no significa nada”, como decía el bardo.
Krakauer Esencial es una lectura fantástica para estos días de mal tiempo en los que es mejor quedarse en casa que subir a la montaña o salir al mar.