Todas las vidas de Aspas

En todo equipo hay uno o varios jugadores de los que llegan a la portería vacía y en ese instante nace y muere el spoiler en tu cabeza: van a tirar el balón fuera. Y lo tiran fuera, claro, clarísimo. También, con suerte, hay un jugador en tu equipo que agarra el balón cerca de la portería y te deja esperando en posición de sentadilla, con el gol a punto de brotar de tus cuerdas vocales, con la "g" asomando por la campanilla: sabes que lo lanzará dentro de la red, casi sin excepción. Un delantero sin gol es un jugador muerto, decía Hugo Sánchez. Hay delanteros que, además de estar vivos, resucitan equipos.

Entre esa legión de excepcionales resucitadores está Iago Aspas. El de Moaña ha marcado 102 goles en 201 partidos de primera con el Celta, contando el doblete del pasado sábado frente al Valencia. Y con esos dos tantos ha igualado a Leo Messi como jugador que más puntos ha dado a su equipo gracias a sus goles en las últimas cinco temporadas; un total de 70 puntos, un 30% de los puntos del Celta desde el año 2015. Aspas ha resucitado tantas veces al Celta (un tercio de sus vidas) que tendrían que hacerse peregrinaciones hasta su casa, caminando con las rodillas a ras del asfalto de Moaña, en pleamar o en bajamar, con sol o con lluvia. Las últimas temporadas se encargó él solo de lanzar una escalerilla hasta el abismo para que el resto del celtismo pudiese asomar la cabeza.

Aspas marcó así su primer gol al Valencia.

Aspas tiene una visión apocalíptica del fútbol: mueve y coloca el balón como si fuese a ser la última vez, como si le mundo se fuese a derrumbar ahí afuera. Lleva el gol cosido en las venas. Sueña con él. Llora por él cuando lo recupera, porque a veces –es humano- lo pierde. Lo visualiza en cada pase, en cada diagonal, en cada escuadra. Si el gol tuviese un perfil de Facebook diría que mantiene una relación estable con Aspas. El delantero marca muchísimas cosas, pero sobre todo la diferencia. Probablemente también lo haría en la selección si volviese a estar convocado. Parece obsceno que a estas alturas no lo esté.