Messi y la quinta del virus
"Me quedo". Con estas dos palabras, pronunciadas en chanclas y pantalón corto rojo, Leo Messi redefinió de golpe un arranque de temporada que prometía ser un inventario de ausencias: la del crack argentino, el público, los torneos de verano, los rutilantes fichajes… Por faltar nos faltaban hasta el Real Madrid, el Barça y el Atleti en la primera jornada por arte de este calendario asimétrico y alterado por el virus, que aplaza hasta tres partidos para 2021 en cada una de las dos primeras fechas. Un lío. El azar quiso también que sumáramos ausencia sobre ausencia, de manera que Cádiz y Osasuna se van a ver las caras en la primera jornada para recordarnos que Michael Robinson, que amó como pocos a esos dos clubes, ya no está con nosotros.
Pero llegó Messi, dijo que se quedaba y del duelo por tanta ausencia hemos pasado a una suerte de déjà-vu melancólico. De nuevo el argentino en el Barça con gesto mohíno, el tira y afloja de las bajas del Madrid y del club blaugrana por cuadrar las cuentas (Rakitic, James, Brahim, Achraf…), un nuevo año con el Cholo en busca de ese matador que tanto se añora desde los tiempos de Forlán o Falcao (¿será este el de la Champions?), el tobillo que sí pero no de Hazard, el futuro del (¿ex?) futbolista Bale, el conflicto de los ascensos de Segunda, las escaramuzas legales entre LaLiga, la Federación y el CSD… Asuntos que se arrastran desde el final de la pasada campaña y que vuelven a marcar un campeonato que terminó como debía y arranca como puede.
Es un éxito que la competición se ponga en marcha, pero no es menos cierto que nos pilla con el estómago algo encogido por la persistente pandemia y sus efectos. La tradicional ilusión de estos días queda oscurecida por muchas preguntas sin respuesta: ¿cuándo volveremos a nuestro asiento en el estadio? ¿cuántos partidos más habrá que aplazar a causa del virus? ¿cuántos puntos se perderán por culpa de los contagios? ¿aguantará el fútbol que conocemos una larga e intensa temporada, desde este 12 de septiembre, con un Éibar-Celta, hasta el 23 de mayo, sorteando las trampas que la COVID-19 nos vaya poniendo en el camino? Raro todo, muy raro.
Buena parte de los focos apuntan, cómo no, al Camp Nou, aunque haya que esperar hasta final de este mes para ver en acción a los hombres de Koeman. Messi se queda, al menos esta temporada, pero con él se quedan más cosas. En primer lugar, la crisis deportiva e institucional del Barça, que tiene ahora el epicentro en el argentino, pero cuyos ecos alcanzan a todos los estamentos del club. Decía Valdano que sólo hay algo peor que la marcha del crack, y es que se quede de esta manera. Podría ser, o no. Messi habla mejor en el campo que fuera de él, así que ahora tiene una tremenda oportunidad de imponer su relato y cerrar de forma gloriosa, si así lo desea, los 20 mejores años en la historia del club, que son también los años de su historia como futbolista profesional.
El maldito burofax forma parte ya de la mitología blaugrana. Eso no tiene remedio, pero no deja de ser una pirueta técnica, un movimiento legal para un problema contractual. En cambio, tiene mucha más profundidad lo que Messi dijo en la entrevista a Goal.com con la que resolvió permanecer en Barcelona: "Hace tiempo que no hay proyecto ni hay nada. Se van haciendo malabares y tapando agujeros". Es una declaración demoledora. De ahí su importancia y necesidad de explicación. No solo por su contundencia, sino también por la paradoja que encierra. Es difícil encontrar un futbolista moderno que haya ganado más títulos oficiales de clubes que Messi, que tiene 34 (su excompañero Dani Alves está en lo alto de la tabla con 36, y el madridista Sergio Ramos posee 22), además de trofeos individuales y récords sin fin. El argentino ha ganado, por lo tanto, más de dos títulos por año en el Barça. La etapa de Bartomeu ha sido, para más inri, la más fructífera para él: 13 entorchados en seis temporadas.
Es cierto que el 10 y el Barça no ganan la Champions desde junio de 2015 (ante el Juventus, en Berlín), con actuaciones para el olvido ante la Roma, el Liverpool y el Bayern en estos años, periodo en el que el Madrid ha logrado tres títulos consecutivos. Ahí duele. Pero ¿qué club puede garantizar el máximo título continental? Ninguno. El Liverpool llevaba desde 2005 sin tocar la orejona. Y el Bayern, tan de moda ahora, vigente campeón tras su arrolladora campaña, llevaba siete años peleando por ella sin éxito. Por no hablar del millonario PSG. Luego, ¿por dónde sangra realmente la herida de Messi?
Sus palabras, dirigidas a la directiva, han resonado fuerte en el vestuario, donde, como bien recordaba Juan Jiménez hace unos días en AS, habitan un campeón del mundo (Griezmann), algún otro considerado el mejor en su puesto (De Jong o Ter Stegen), mucha gente de la casa partícipe de estas dos formidables décadas para el Barça (Busquets, Piqué, Sergi Roberto…) y no pocos futbolistas de gran caché. ¿Se habrán dado por aludidos? El encaje de este nuevo Messi en el nuevo vestuario de Koeman llenará muchas noticias. Porque de ello depende que este su último año (o no), sea benévolo con quien tanto ha dado a una entidad abonada al patiment (sufrimiento en catalán).
El fútbol siempre se guarda un as en la manga. Cuando parece que todo se resume en el malestar de unos y la incompetencia de otros, de repente surge un fogonazo que nos devuelve al barrio y a la infancia con un chico de 17 años. De Ansu Fati ya teníamos noticias, pero estaba por ver si la ansiedad por encontrar al nuevo Messi no iba a acabar con él, como sucedió con tantos otros. No sabemos en qué quedará este chico, pero su irrupción en la Selección permite soñar con lo mejor. Quién sabe si es la actual y depresiva coyuntura del FC Barcelona el mejor abono para que crezca y se consolide un futbolista distinto, capaz de hacer lo más difícil: que el juego parezca fácil.
Del drama blaugrana hará bien este Madrid enganchado a la sonrisa de Zidane en extraer las lecciones apropiadas. La Liga del virus ganada en el último tramo del campeonato salvó una temporada que, como la del Barça, tuvo no pocas sombras. El título fue valorado como merece por Zidane, empeñado en demostrar que su Madrid es un equipo consistente, capaz de sostener torneos de largo aliento, pero la triste actuación en Champions y Copa son un aviso que conviene no desdeñar.
Zidane comprobará que LaLiga es plato que harta pronto, y que sin Champions todo sabe a poco. Hasta la culminación del nuevo gran proyecto de Florentino Pérez –Mbappé y un nuevo coliseo donde disfrutarle–, el Madrid necesita la mejor versión de Hazard (inédito en su primer año), Vinicius Jr. (esta es su tercera temporada y hasta ahora ha sido un Guadiana simpático) o Asensio (los que le colocaron en la carrera por el Balón de Oro deberían darse por satisfechos con que tenga una temporada sin sobresaltos). Con Benzema (32 años) y Sergio Ramos (34 años y sin renovar) se puede competir, pero no tanto como algunos creen. La llegada de Odegaard es, tal vez, la mejor noticia que puede ofrecer el club blanco en estos tiempos sin apenas fichajes. Tras cinco años de méritos, el noruego por fin encuentra un hueco en el club de sus sueños. En la Real ha demostrado ser un jugador importante, llamado a grandes momentos. El Bernabéu deberá cuidar al chico, para no frustrar unas expectativas que, sin duda, están en lo más alto. El Madrid no sufre una crisis institucional, algo que parece impensable tal y como su presidente ha diseñado su estructura de poder. Florentino Pérez está construyendo un estadio único para albergar a un jugador único, Mbappé. La idea no puede ser más atractiva, siempre y cuando no se olvide que esto es fútbol, un deporte que suele escribirse con renglones torcidos.
Al asalto del duopolio que rige en nuestro fútbol se presentan Atlético y Sevilla (juega la Supercopa de Europa con el Bayern el 24 de septiembre), además de Villarreal, Valencia y algún tapado, que lo habrá. El Atlético sigue en busca de un goleador que equilibre la plantilla. El equipo del Cholo necesita más eficacia ante puerta para hacer útil el desempeño de hombres tan interesantes como João Félix o Llorente. No son los únicos. LaLiga anda sobrada de talento joven. Es la quinta del virus, que anda muy repartida: Ansu Fati (Barça), Odegaard (Madrid), Kubo (Villarreal), Isak (Real Sociedad), Koundé (Sevilla), Kang-in Lee (Valencia), Unai Simón (Athletic)...
Son chicos que hay que potenciar porque sin fichajes o con fichajes de clase media como Pjanic (Barça) no se cubre el hueco del talento que se va cada año. Ahí están Ferran Torres, James , Rodrigo, Cazorla, Achraf o Ceballos, que se suman a los Lucas Hernández, Rodri, Kepa, Pablo Sarabia y otros de años anteriores. La marcha de Messi, tras las de Neymar y Cristiano, habría sigo un golpe muy duro para LaLiga. Vamos a ver qué pasa con el argentino. Asegura el dicho que cuando dices que te vas es que te has ido. Pero esto es fútbol.