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El dilema de Messi

De los grandes asuntos que el Barça debe abordar tras el tsunami de la Champions, uno, tal vez el más importante, escapa de la capacidad decisoria directa del club: Messi y su futuro. El argentino está ante la que tal vez sea la segunda decisión más importante de su vida deportiva. La primera, firmar por el Barça con solo 13 años de edad, no la tomó él. Su dilema ahora, con 33 años cumplidos, es quedarse en el club y formar parte fundamental de su reconstrucción, una empresa que requiere fibra de crack, o abandonar Barcelona en el momento más duro y cerrar su carrera en otras latitudes. Esta decisión es intransferible.

No es un dilema sencillo. Haga lo que haga el 10, pocas cosas pueden reprochársele. Con él, el Barça ha sido el mejor equipo del mundo. Con el Barça, Messi ha sido y es uno de los mejores futbolistas de la historia. El niño enclenque que llegó hace 20 años a España es ahora un talento único, un adulto multimillonario reconocido mundialmente y con un palmarés inigualable. Al mismo tiempo, aquel club abonado al victimismo y a un sentimiento trágico de su historia es ahora una de las entidades más ricas y laureadas del planeta, acostumbrada a sumar títulos año tras año. Messi no coincidió con Cruyff en el Camp Nou, pero fue quien consolidó el club triomfant que predicaba el técnico holandés.

No hay, pues, cuentas pendientes entre el Barça y Messi. La cuestión de su futuro tiene más que ver con el carácter del protagonista, con la materia de que está hecho cada uno. Porque si sigue, Messi debe jugar un papel determinante en el renacimiento del equipo durante el tiempo que resista al máximo nivel. Si no es así, será parte del problema y no de la solución.

Sea cual sea el camino que emprenda el jugador, comienza una etapa nueva para él. Si se va, será un adiós oscuro, marcado por ese final de época que supuso la humillación en Champions y con el fútbol mundial en crisis por la pandemia. Si se queda, tendrá que asumir un papel superior al de todos estos años. Deberá liderar el equipo de rescate, asumir un protagonismo más evidente, un discurso más potente, tal vez más ingrato y arriesgado, y sacudirse todos los mitos que sobre él circulan para mostrar su verdadero tamaño, dentro y fuera del campo. El Barça necesita otro Messi. Más presente. Otra cosa sería pura decadencia.

El Barça sobrevivirá a Messi, como sobrevivió a Kubala, Luis Suárez, Cruyff y tantos nombres que marcaron la historia de la entidad. Club muy de entrenadores y rutilantes fichajes, el Barça halló a su Mesías en los campos de tierra de La Masía. Ha sido una bonita historia, casi de película, que comenzó con un par de firmas en una servilleta y que, como los buenos guiones, merece un buen final. El Barça tiene, con o sin Messi, una tarea hercúlea por delante: demostrar que es más que un club. Y eso interpela directamente a su estrella: ¿qué mejor final, Lionel, que un buen comienzo?