El deporte y las certezas

Nos apasiona el deporte porque las certezas no existen. Hay tendencias, pronósticos, favoritos... pero ninguno de ellos absolutos. La Fórmula 1 en Gran Bretaña lo ha vuelto a refrendar, por enésima vez. El final de la carrera en Silverstone no lo hubiera anticipado el guión más disparatado, ni siquiera la forma en la que el ganador conquistó una victoria que parecía tener asegurada. Hamilton cumplió con su objetivo, sí, pero con una rueda de su imbatible Mercedes destruida y sufriendo mucho más de lo imaginable. La suerte del campeón se llama, porque de otro modo no se puede explicar que logrará cruzar la meta en esas condiciones y que su perseguidor, el caníbal Verstappen, se hubiera quedado sin opciones al realizar un cambio de neumáticos añadido para buscar la vuelta rápida.

Es lo maravilloso de la competición, de esa búsqueda de la excelencia del triunfo que nadie tiene garantizado de antemano, ni los que parecen más cualificados para ello. Por el mismo motivo Bottas se queda algo descolgado en su lucha particular por el título con su compañero (si es que realmente existe), mientras que Sainz perdía una recompensa merecida para una actuación próxima a lo impecable. A diferencia de Hamilton, la fortuna no quiso estar de su parte y se quedó fuera del juego cuando acariciaba el podio... Una lástima, sin duda, aunque debemos quedarnos con la sensacional arrancada del madrileño, demostrando de nuevo que es capaz de aprovechar sus oportunidades como pocos. En fin, carreras. Emoción. Deporte. Vida. Disfrutemos de todo ello.