Cuando hincar la rodilla es lo contrario a rendirse

La NBA regresó 140 días después en su burbuja de Disney World, donde la principal curiosidad era conocer qué sabor tendría la magia del baloncesto sin público en las gradas, qué luz proyectarían las estrellas después de más de cuatro meses sin competición, qué medidas de seguridad rodearían al mayor espectáculo de la canasta... Hubo hasta nueve variantes destinadas a la protección sanitaria: distancias ampliadas, sillas movibles, silbatos enfundados, cubiertas de plexiglás... Pero la imagen más llamativa de este regreso no tuvo ninguna relación con las mascarillas y los hidrogeles, sino con la protesta unánime contra el racismo. Todos los participantes, sin excepción, jugadores, árbitros y cuerpo técnico, hincaron la rodilla durante la interpretación del himno de Estados Unidos. Sobra decir que la imagen ponía la piel de gallina. La puesta en escena de esta liga, y del deporte americano en general, siempre llega al alma. También con las gradas vacías. Con este gesto, la NBA lanza un desafío sin fisuras a Donald Trump en una de sus horas más bajas desde que llegó a la presidencia.

La NBA es, quizá, la competición más identificada con la raza negra. La convulsión generada por la muerte de George Floyd bajo la rodilla de un policía ya activó su compromiso, pero también desplegó dudas sobre si el retorno de la liga iba a servir para desviar la atención. Kyrie Irving y un amplio grupo de jugadores plantearon incluso frenar la reanudación, aunque finalmente se decidió que la cancha iba a ser el mejor foro de protesta, con millones de ojos pendientes en todo el mundo. La estampa que popularizó Colin Kaepernick en 2016 y que provocó su salida de la NFL, repudiado y rechazado por las franquicias de fútbol americano, se ha extendido ahora como un icono. En este caso, hincar la rodilla no significa rendirse, sino que es una señal de orgullo. Con el rey LeBron James al frente.