El Espanyol ha muerto, viva el Espanyol

Como en un homenaje a la Galia que siempre fue frente a los todopoderosos romanos, se despidió el Espanyol matemáticamente de Primera, y de los derbis, con un aguerrido muro de nueve jugadores. Que le resultó. Que desesperó a Ansu Fati. Pero que se quebró cuando, al minuto, Pol Lozano replicó ante Piqué llevando al límite su ADN perico. Pero también perdonó, más que el propio Barcelona hasta el 1-0. Curioso el conjunto perico: ordenado en el año del caos, con mordiente en el curso de mayor indolencia.

Ya es el Espanyol equipo de Segunda, en una triste efeméride que constataron esos fuegos artificiales sobre el cielo barcelonés que no hacen sino reafirmar que la rivalidad sigue muy viva. Pero no bajó el Espanyol en el Camp Nou. Lo hizo en agosto, con las ventas de Borja Iglesias y Hermoso mientras entraba en Europa. En septiembre, por no cerrar el mercado con relevos a la altura. En octubre, por destituir a Gallego. Y noviembre, por no ganar ya ni un partido de Liga. En diciembre, colistas y cesado Machín. En enero, por caer en la Copa. En febrero, por tirar la Europa League. En marzo, por advertir ante Osasuna que esto se acababa. En abril, por atar en pleno ERTE renovaciones que hipotecan. En mayo, por las enésimas destituciones, de Perarnau y Fran Navarro. Y en junio, con Abelardo por Rufete y el fin. El Espanyol ha muerto, viva el Espanyol.