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Pues no, amigos culés, no se van a cumplir las expectativas generadas, primero por la llegada de Setién y, después, por el confinamiento, que parecía darle al equipo la oportunidad de hacer la pretemporada que la directiva en verano le negó. Hace dos semanas escribía en esta misma columna un canto a la esperanza y hoy estoy empezando a pensar en cómo redactar la esquela. En el equipo hay grandes futbolistas, pero no parece que tengan ni la capacidad competitiva ni los actores que puedan sacarlo adelante. Los culés vemos cómo, en los últimos años de Messi, una directiva incompetente y algunos jugadores acomodados o gastados nos están privando de la posibilidad de ganar los títulos que merecemos. ¿Qué me dicen de Alba? Parece un exjugador, empeñado en parecerse cada día más a Marcelo, kilos de más incluidos. También me refiero a las promesas fichadas estos años, que al igual que las promesas de mi ex, se quedan en nada. Hablo de Arthur, Coutinho, André Gomes, Dembélé, Malcom, Yerry Mina, Digne, Semedo, Junior Firpo, Denis Suárez, Arda, Deulofeu,

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Se puede perdonar a Dembélé, al cual las lesiones no le han permitido desmentir su presencia en esta lista, pero lo cierto es que el catálogo de jugadores que no han aportado nada es infinito. A esto súmale que ya no existe el Umtiti del primer año y que Griezmann unas veces parece ser un gran jugador, pero no un crack y otras veces anda directamente perdido en este equipo. ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación de falta de juego y de vulgarización como equipo teniendo al mejor jugador de la historia? ¿Cómo es posible que el Barça no disponga de alguno de los mejores entrenadores del mundo para hacerlo competitivo? La sensación a lo largo de esta temporada es que casi cualquier equipo podía meter mano al Barça y hacerle dos goles con bastante facilidad. El sábado se volvió a repetir la historia. Y así estamos los culés, asistiendo atónitos al paulatino derrumbe de lo único que el confinamiento y Messi nos trajeron: la esperanza.