NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Hemos sido engañados

Señalar a Setién es lo fácil, dicen los que le defienden. Pero es que él es el entrenador del Barça, el que decide las alineaciones, la táctica, los cambios, el que estudia a los rivales y se prepara los partidos. Él es el que se sienta en el banquillo y el que llegó con el nombre de Cruyff tatuado en la frente y prometiendo: "Sólo garantizo que mi equipo va a jugar bien". Y mira, pues no. Ya hay argumentos suficientes como para afirmar que del dicho al hecho hay un gran trecho y Setién se ha perdido por el camino.

El Barça todavía puede ganar la Liga y la Champions, pero de aquel entrenador que en su presentación aseguró que "entre lo que me dicte la realidad y el corazón, lo normal es que me deje llevar por el corazón", no queda ni rastro. En Sevilla, la salida a priori más difícil que tenía en el calendario, quedó al descubierto su falta de atrevimiento, justo de lo que tanto había presumido. Con empate a cero en el marcador, sin remate y con un Sevilla del que había elogiado su fortaleza física y que en el minuto 70' ya había realizado cuatro cambios, Setién se paralizó y Ansu Fati, que había resuelto la papeleta frente al Leganés, no jugó ni un minuto porque el peaje, la jerarquía, la realidad y no el corazón dictaba que debía ser Griezmann el que saliera primero.

Ampliar
ALBERT GEAREUTERS

No hay sello del entrenador en el equipo, nada reseñable, y siendo cierto que la planificación del club ha sido deficiente, que la plantilla es corta y se ha hecho mayor, que seis directivos del Barça dimitieron en lo más duro del confinamiento y hasta uno insinuó que alguien metía mano en la caja, que no hay noticias de la auditoría que debe certificar que eso no es así y que la gestión de Bartomeu es un desastre, el encargado del equipo, de decidir cómo quiere jugar y con quién es Setién. Y la diferencia entre lo que prometió y lo que está haciendo salta a la vista. El reproche, la decepción, reside en las expectativas que él mismo creó por su trayectoria y alimentó con sus declaraciones de intenciones. Esto no es lo que nos habían contado: hemos sido engañados.