El sonido del futuro
Si queremos ver hacia dónde camina el futuro, hay dos ámbitos que nos indican lo que va a suceder o que tienden a reflejan de forma muy rápida los cambios en nuestra sociedad. Uno de ellos es la industria del espectáculo y el otro, por supuesto, el fútbol, un mundo a caballo entre el deporte y las finanzas. Nuestro querido balompié muy pronto tuvo en cuenta la implicación de las marcas como vía de financiación, la creación del individuo como empresa unipersonal y supo aprovechar y sacar rédito a los avances profesionales de las mujeres o la lucha contra el racismo (pese al intento de blanqueamiento del nazi Zozulya... que ese es otro tema).
Pero, sobre todo, el fútbol anunció mejor que el porno que lo virtual se impondría sobre lo físico. Y esto se debe a dos razones relacionadas entre sí. Una es que la contribución del aficionado que acude a un estadio supone una mínima parte en el cómputo global del presupuesto de un club. Y la otra es que los seguidores ya no se limitan exclusivamente a tu ciudad o tu barrio, sino que su clientela puede ser el mundo entero.
La pandemia ha acelerado este proceso y ha logrado lo que hasta hace poco parecía imposible: jugar sin gente en las gradas. Hace unos meses hablábamos de que, en el fútbol actual, el público sólo se necesita si queda bien en una pantalla, y hemos comprobado que así es: el sonido de la gente sustituye a la propia gente. Para un futbolista es horrible jugar sin aficionados, pero posiblemente tardaremos menos de lo que creemos en acostumbrarnos a ese simulacro. Además, en un detalle generoso, la televisión permite que en las emisiones uno pueda escoger la opción de ver el partido con el sonido de fondo de megafonía o sin él. El día que nos permitan escoger a locutores como Axel Torres, Luismi Hinojal o el mismo Álvaro Benito para ver nuestros partidos en vez de la carraca falsa y mononeuronal de los comentaristas habituales, el futuro -y el sonido- del fútbol serán mejor que este presente extraño y cruel.