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Bale desganado y Hazard enchufado

Confieso que yo esperaba una redención de Bale en este tramo final y silencioso de LaLiga. Siendo un tipo tan poco empático, se me ocurrió que los campos vacíos le vendrían bien. Césped brillante y venerable silencio, como en el golf. Fuera los murmullos de desconfianza que emite el estadio, que ya no pueden disimular ni los ánimos artificiales que le regala la disciplinada clac de los Batas Blancas del fondo Sur, cumpliendo la consigna de reavivarle. Sí, yo pensaba que este tiempo extraño podría ser la oportunidad para este hombre extraño. Pero su aparición ante el Eibar me tiró el alma a los pies. Le vi en su peor y más abúlica versión.

El lunes no se entrenó 'por sobrecarga', encima. Me pregunto qué partido podrá sacar Zidane de este hombre al que hace tres años que el club debió vender liberando así plaza para Mbappé, que no quiso venir para no ser cuarto del trío entonces dominante, la célebre BBC. Tengo un amigo que aún aboga por él, invocando una y otra vez sus goles en las finales. Pero a las finales se llega ganando antes muchos partidos y para eso hace falta, además de calidad, esfuerzo, atención, compañerismo. Todo eso que se viene echando en falta en Bale desde que llegó y que yo esperaba que ahora apareciera por milagro del coronavirus...

A cambio, vimos a Hazard delgado, vivo, rápido y en perfecta armonía con Benzema. "Pequeñas sociedades hacen grandes equipos", explicó un día Menotti en un bello trabajo en la revista El Gráfico, ya desaparecida. Me gusta la sociedad de estos dos jugadores, aunque algo más de gol se les debe pedir, sobre todo a Hazard. Benzema está por encima de sus medias pasadas, así que nada se le puede reprochar. Pero Hazard, entre kilos primero y lesión después, lleva uno. Cuando pienso que Ansu Fati ha marcado cinco en cuatro ratos que ha jugado... Si Hazard, además de a Benzema, encuentra el gol, el Madrid será un poder.