Empanada de bostezo y tropezones

La medianoche es tiempo de empanadas, y ahora que se tiende a esas horas brujas para jugar al fútbol los campos se llenan de empanadas pobres, desabridas, semejantes a las imitaciones de público que emiten las televisiones. Que eso pase en la época álgida de esta Liga enfriada por la pandemia significa que los futbolistas están escasos de energía, que es el entusiasmo más la necesidad. El Barça reinauguró en Mallorca con un fútbol que parecía salir de un frigorífico templado, pero ante su público, y ante el mundo entero, anoche salió con hielo en el alma. Pero no todo iba a ser tan silencioso como el estadio y hubo algunos resplandores que vinieron envueltos en ese entusiasmo peristáltico que el Barça ha patentado como un modo de ir tirando.

Ansu Fati celebra su gol.

La distinción que saca al Barça de las medianías se debe a partes iguales, a Ansu Fati y a Lionel Messi. En medio de una atonía que se parece a la empanada sin sal, esos dos futbolistas, uno juvenil recién salido, y el otro juvenil para siempre, son la expresión de que el corazón del fútbol late todavía. Por jugadores así merece la pena aguantar que la empanada no sea solamente de pan. Lo malo es que, a estas horas, un día los espectadores van a preferir el tráiler de las mejores jugadas y van a irse a la cama al tercer bostezo