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Sainz y los valores del deporte

Debo empezar confesando que había perdido parte de mi entusiasmo con los Premios Princesa de Asturias del Deporte. Aunque puntualizando que mi desilusión llegó cuando eran los del Príncipe, con algunos reconocimientos incomprensibles bajo mi punto de vista y, sobre todo, descartes tan clamorosos como el siempre añorado Ángel Nieto. Hoy, sin embargo, me reconcilio con este galardón, algo de lo que me congratulo por varios motivos. Carlos Sainz es un dignísimo ganador y diría que por bastante más que su palmarés y trayectoria deportiva, ambos aspectos evidentes: el madrileño representa todos los valores que el deporte ejemplifica, desde la entrega y el sacrificio hasta el pundonor o la constancia pasando por una búsqueda incansable de la excelencia.

Sainz pertenece a esa categoría de deportistas precursores, los que popularizan una especialidad y la elevan a un nivel inédito hasta ese instante. Las dificultades de ser el primero son siempre superiores, hay que competir contra los rivales y también contra las circunstancias adversas. El campeón de rallys consiguió que el automovilismo en España fuera algo más que una anécdota, abriendo una senda de la que después se han beneficiado otros muchos pilotos, primordial para todo lo que llegó después. No menos trascendente es que Sainz no es pasado, es presente. A sus 58 años mantiene la misma pasión y constancia que en sus inicios, una muestra valiosa de cómo el deporte puede hacer más plena y gratificante la vida de cualquier persona. Y eso también merece este premio que, para mí, recupera así su prestigio.