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Aritz se merece una gabarra

La última gran leyenda de San Mamés no ha podido más. Aunque es un tipo tozudo y llevaba meses peleando con su cadera, la salud ha podido más que tantos y tantos defensas que han tratado de aplacar, sin fortuna, su sed de gol. Se va uno de los últimos grandes depredadores del área de este siglo. Un trueno en la factura aérea. No rayó desde luego a la altura de Messi, Cristiano, Suárez, Lewandowski… realizadores inalcanzables en clubes poderosos. Pero el siguiente peldaño era suyo, de los de la cuadrilla de Villa y compañía.

Su carrera ha sido plena, feliz. Una biografía llena de amor hacia el Athletic, el club que más le ha llenado. La grada le dedicó una versión del 'I love you baby' de Frank Sinatra, mudada por el 'Aritz Aduuuuriz, la, la, la lá…'. Atrás deja goles de todos los colores, como aquella volea desde 35 metros en el Vélodrome de Marsella; el penalti que se inventó sin carrerilla, clavado junto a la pelota para hacer palanca con la derecha... cabezazos históricos, la chilena al Barça cuando ya le dolía todo el cuerpo… Solo le ha quedado una espina clavada. La de jugar la final de Copa. La de cerrar el telón con la función más ansiada. Y ganarla. Y decir adiós en la gabarra. El maldito coronavirus le ha cerrado la puerta.

Adu siempre ha sido muy realista. En verano no se veía prolongando su etapa como futbolista, pero le persuadieron entre todos. Ha visto cómo iban saliendo amigos como Susaeta, Iturraspe… este año San José y Beñat… el próximo tal vez De Marcos y Balenziaga. Sabía que con él había una consideración especial. Como otras tantas leyendas, él debía decir cuándo y cómo se acababa la función. Por desgracia, la cadera le deja sin derbi contra la Real. Hace poco no descartó seguir ligado al fútbol para impartir sus conocimientos entre los chicos. Larga gloria al goleador que marcó una época. El '20' se va el 20 de mayo 2020. Hasta los números se rinden a su magia. No se subirá a un posible carro de los campeones, pero todos sabemos que sus compañeros ya tienen un motivo más para ganar esa deseada Copa: dedicar la gabarra a la leyenda. Se la merece.