El factor campo ante la puerta cerrada
El domingo, en Carrusel, alguien dijo que el Borussia había logrado la única victoria local entre sábado y domingo en la Bundesliga. ¿Será que sin público el factor campo se esfuma?, comentamos. Pero Axel Torres aportó un dato que contrariaba esa idea: en Segunda era al revés, cinco victorias locales, ninguna visitante. Un aviso de que no hay que sacar conclusiones precipitadas, y mucho menos en fútbol. Yo mismo pensé que en los dos partidos que vi había pocas faltas y lo asocié a la ausencia de la excitación que transmite el público. Luego comprobé que el número de faltas de la jornada está en el promedio de la Bundesliga.
Habrá que esperar para medir el impacto de la puerta cerrada en el ‘factor campo’, tan importante aún, aunque menos que medio siglo atrás. Entre 1950 y 1960 los equipos de casa ganaron el 66% de los partidos de Liga. En este último decenio sólo ha sido el 48%. Los campos se han igualado en dimensiones y no hay tanto barro o campo seco, pero sobre todo se han atenuado los viajes. En los cincuenta, ir de Barcelona a Vigo, de Bilbao a Valencia o de Sevilla a Oviedo era una odisea de dos días dando botes en un autocar, que tras la comida se adelantaba para que los jugadores caminaran una hora. Lo de ahora son muy otra cosa.
Varios entrenadores me dicen que la puerta cerrada puede afectar tanto en casa como de visita, que el problema es ‘meterse en el partido’ cuando la atmósfera es la propia de un entrenamiento. Les parece esencial preparar a sus jugadores en ese sentido. ¿Y el árbitro? Ya no escuchará el trueno indignado del público en las faltas contra el de casa, que podía influir en según quiénes. Hubo tiempo en que se les clasificaba entre ‘halcones’ y ‘palomas’, según fueran de resistentes a eso, y todos querían halcón fuera y paloma en casa. Pero ya no venía siendo tan así, y menos desde que tenemos el VAR como ojo superior, haciendo de red. Imperfecta, pero red.