Carlos Sainz, mucho más que el hijo del mito
Tarde ventosa y lluviosa de verano en Silverstone. Era el 19 de agosto de 2011. Ese día entendí que Carletes sentía, y estaba dispuesto a demostrar, que era mucho más que el hijo del mito Carlos Sainz y que su ambición por lograr las metas que soñaba su cerebro estaban muy por encima del apellido que porta con orgullo. Mientras el bicampeón del mundo de rallys atendía a una kilométrica fila de aficionados británicos para hacerse una foto o que les firmara algún recuerdo que tenían del 'Matador', este que escribe aguardaba en el camión del equipo Koiranen Motorsport a que un joven de 16 años terminara de hablar con sus técnicos para atender a AS. Tenía el título del NEC en el bolsillo (lo ganó la semana siguiente) y aspiraba a voltear la general de la Eurocup 2.0 ante el neerlandés Frijns, su compañero de box, ahora en Fórmula E.
Humilde, tímido y educado, como siempre, se disculpó por la espera y casco en mano guio para sentarse en unas mesas contiguas y hacer la entrevista. Primeras preguntas y, de repente, cambio de gesto. "Espera, así no sigo", dice casi susurrando. "Papá, vete por favor. No necesito que me controlen", afirma mirando hacia el plástico que ejerce como puerta. Ahí, apoyado y en silencio escuchaba el gran campeón. Júnior mostró carácter ante la persona que le ha enseñado a desenvolverse en la vida junto a Reyes, su madre, y también en el mundo de la competición con la inestimable ayuda de su padrino Juanjo Lacalle y sus ángeles de la guarda, Borja Ortiz y Carlos Oñoro.
Horas y horas al volante del kart en el negocio familiar en Las Rozas le hicieron convencerse de que quería ser piloto de F1 y en diciembre de 2005 debutó en kárting en la Copa de Campeones en El Vendrell. Acabó octavo en la categoría cadete. Ahí se inició una carrera con éxitos y años complicados. Siempre pendientes de él, Carlos era el rival al que todos querían derrotar. "El foco que significa el apellido Sainz me costó. Sobre todo en el kárting. No entendía la razón y a veces estaba más pendiente de hacerlo bien para los demás que de disfrutar yo", reconocía a este medio.
Momentos difíciles a una edad muy temprana que le forjaron una mente rocosa y una parte psicológica capaz de soportar todo tipo de golpes y ataques, además de consolidar un carácter basado en la fe ciega en sus opciones a fuerza de duro trabajo y dedicación exclusiva para alcanzar su objetivo. Eso unido a su talento al volante y su capacidad para ser mejor cuanto mejor sea el monoplaza que tiene entre sus manos. Ferrari ya es una realidad y Sainz no se conformará sólo con correr para la escudería más mítica. Querrá ganar la F1 con el monoplaza de Maranello.